Capítulo 7

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   A pesar de tanta insistencia, Rocío no iba a dejar que fuera con ella. Es menester destacar que als intenciones de él no eran conocer a su madre, ni formalizar. Nada por el estilo. Lo que el quería, ni más ni menos, era estar con ella. Compartir viaje y compartir amor. No tenerla lejos.

   La razón del "no" repetido, constante y rotundo de ella, tenía que ver con evitar el revuelo que iba a causar la aparición de un bajista algo famoso en esa ciudad de mala muerte. 

 Tenía que volver a su ciudad, y también quería hacerlo. Extrañaba a su vieja, y necesitaba, además, despegarse un poco del ambiente en el que se estaba moviendo. Siempre tuvo miedo que la fidelidad para con otra persona, le costara el ser desleal con ella misma. Se había lastimado muchas veces, pero nunca se fue infiel. ¿Y si la lealtad que le había jurado a él, la alejaba de ella?

  Escuchaba la música a todo volumen para dejar de pensar en esas cosas. Escuchaba dolores de otros, para que su incertidumbre no le pesara tanto. Viajaba en un micro húmedo y caluroso, rodeada de niños que lloraban y madres irritabas. Tenía un hombre al lado que no dejaba de mirarle las tetas. "No sé que mierda mira" pensaba. Le picaba todo el cuerpo, y comenzó a pensar que era la suciedad del lugar.

   No pudo evitar las lágrimas. Como cada vez que peleaba con el, no pudo evitar las lágrimas. La discusión que habían tenido la preocupaba y la llenaba de culpa. Se sentía cruel y desagradecida.

- Realmente necesito que te quedes. No lo quiero, lo necesito. - le había dicho él, con ese tono de nene abandonado que le salía tan bien.

- Pero yo no sé si quiero quedarme acá. No sé si puedo. 

- Si, podés. Mi amor, podés. Yo sé que vos también querés.

- Vos necesitás que yo te necesite. Por eso no podés soltarme. - dijo ella. Parecía una madre un poco resentida con el hijo que llega drogado mientras ella le lava la ropa.

- No seas así, Rocío. No te vayas. 

   Ella se fue nomás. Una semana, pero se iba. Cerró la puerta y lo escuchó llorar. Le dio ganas de no volver a entrar nunca más. Y eso era lo que la hacía sentir culpable. "¿Quién soy yo para hacerlo llorar?" se repetía mientras iba caminando a la terminal. 

   Ignoró sus llamadas. No respondió a sus mensajes pidiendole por favor que vuelva cuanto antes. Tuvo que frenar sus piernas para no volverse. 

    Ay, si le hubieran advertido..... 

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