Emboscada Seductora

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Hola! Originalmente este iba a ser un one shot para la Higuel Week pero me gustó mucho y decidí desarrollarlo más. Este en particular lo inspiró Nagisa con un cómic que hizo por diversión que me mató. Entre ella y Javi hacen desmadre que yo adapto a la historia. También esta mi hermosa beta que checa todo y ve que no diga burradas. Espero que les guste.



El oficial Miguel Rivera entró a la comisaría recibido por un aplauso ensordecedor de sus compañeros. Le había costado semanas de trabajo, días sin dormir y seguramente algo de su salud mental pero por fin lo había logrado. Había capturado al Kitsune, gracias a un gran plan y francamente mucha suerte. Si no hubiera sido por la lluvia del día anterior tal vez el criminal no se hubiera derrapado, dándole suficiente tiempo a Miguel para capturarlo y  ponerle las esposas electrónicas.

Intentó quitarle la máscara para por fin conocer el rostro de quien había perseguido por años pero la maldita cosa era imposible de remover. Al menos no electrocutaba como la dichosa cola, eso lo había aprendido hace varios años cuando terminó con extensas quemaduras en las manos por intentar capturarlo por ella. No importaba realmente, eventualmente podrían quitársela.

Estaba tan emocionado por haberlo capturado que se le olvidó la regla número uno cuando lidias con el Kitsune. Nunca subestimarlo.

Fue así como terminaron con 17 computadoras del cuerpo de policía completamente destrozadas. Tan rápido que no hubiera habido manera de detenerlo, el Kitsune le metió patadas a todo el equipo, tirándolo y destrozándolo.

Rayos, sabía que el hombre era flexible pero no lo creyó capaz de dar patadas tan altas y letales tan fácilmente. Le habían puesto esposas con los brazos en su espalda pero no pensó en agregar otras medidas de seguridad.  En retrospectiva debieron haberle puesto grilletes en las piernas pero sus estúpidas botas lo hubieran impedido de cualquier manera.

Mientras Miguel lo empujaba hacia su oficina, para evitar más desastre, Hiro tenía una cara furiosa debajo de su máscara.

Y es que él estaba consciente de que no tenía el monopolio para venderle equipo a los policías pero carajo ¿Apple? ¿Era en serio? Esta gente tenía computadoras Apple en lugar de unas marca Hamada. Maldita sea, si desde que se murió Steve Jobs esa compañía se había ido al diablo. Incluso cuando el hombre vivía eran mucho show y pocos resultados reales. Ya estaba, al día siguiente iba a donar un montón de computadoras de su marca a la fuerza policíaca, no era posible que estuvieran utilizando cosas tan estúpidas.

Al entrar a la oficina de Miguel se le fue pasando el enojo. Al fondo del cuarto había un gran pizarrón cubierto con las diversas pistas, teorías y fotografías de sus diversos robos.

–Vaya, oficial. Sabía que te gustaba pero no sabía hasta qué punto –comentó haciéndole burla.

–No es que me gustes, idiota –le contestó molesto mientras cerraba la puerta–. Así trabajo mejor.

–¿Trabajas mejor teniendo fotos de mi trasero cerca? –remarcó ladeando la cabeza hacia algunas fotografías– Debiste decirlo antes, me puedes tomar más.

En realidad esas fotos habían salido tan provocativas porque Hiro se había dado a la tarea de ponerse en puras poses obscenas. Había sido algo difícil entrar así al museo para robar unas joyas pero al parecer había valido la pena. De cualquier manera el traje que traía era tan apretado que por lo general se le veía todo, pero esa vez había sido bastante divertida. El resultado eran estas fotos en las que resaltaba mucho tanto su trasero como sus piernas en poses pues...digamos que una modelo de Playboy se quedaba corta en comparación.

–Ya no las necesito –sonrió satisfecho–.  Después de hoy puedo quitarlo. Ya no será necesario una vez que estés tras las rejas.

El Kitsune solo ladeo la cabeza y se rió un poco. Algún día iba a entender cómo es que una máscara podía moverse para tener tantas expresiones. No era normal.

–¿Lo quitarás antes o después de que tengas que limpiar todas las computadoras destrozadas afuera? –le dijo con sarcasmo.

–Carajo, es cierto –por un segundo había olvidado el desastre que había dejado afuera, sus compañeros lo iban a matar– Eso nos va a costar un montón de dinero y papeleo.

El Kitsune se rió mas.

–Espero que estés feliz –le dijo pegándole a la máscara–. Solo me causas problemas.

Hiro solo se acercó lentamente a él, invadiendo por completo su espacio personal.

–Miguel.

–¿Qué? –respondió con confianza que no sentía, no podía negar que después de ese beso que había compartido hace algunas semanas se ponía más nervioso cuando el criminal se le acercaba.

–Suéltame, ahora –le ordenó acorralandolo contra su escritorio y subiendo su pierna derecha al mismo.

–Por supuesto que no –le respondió sonrojado por la cercanía de ciertas partes de su anatomía, maldita licra.

–Hazlo –le dijo subiendo aún más su pierna.

–¿Y si no lo hago? –preguntó acercándose subconscientemente al cuerpo del otro.

–Te obligare –dijo tranquilamente mientras subía cómodamente su otra pierna al escritorio, rodeando la cadera de Miguel como resultado. Se acercó más a su cuerpo, casi restregándose sobre él. Dios, el oficial era demasiado guapo y el calor de su cuerpo contra el suyo era delicioso, aún a través de la armadura.

–N-no lo creo –aseguró el oficial tomando con fuerza la orilla de su escritorio para impedir subir sus manos y acariciar el cuerpo del criminal mientras una erección lo traicionaba.

–Tú lo pediste –fue lo último que escuchó Miguel antes de recibir un cabezazo que lo noqueo.

Fue así que Hiro pudo tomar fácilmente las llaves del cinturón del latino para quitarse las esposas electrónicas y empezar su plan de escape. Había presionado el botón de su cinturón hace rato, sabía que Baymax lo esperaba muy cerca. Con facilidad podría pasar por los ductos de ventilación hasta el techo y huir. Pudo haber usado una de las diversas fallas que metía en todos sus inventos en caso de emergencia pero esto había sido más divertido.

Esta vez no había robado un beso pero aún así estaba alegre. Sabía que Miguel estaba algo obsesionado con él pero ahora sabía hasta qué punto. Aparte si el beso de la vez anterior le confirmó que el mexicano no era inmune a sus encantos, esta vez tenía la certeza de que había una parte del oficial muy interesada en él.

 Aparte si el beso de la vez anterior le confirmó que el mexicano no era inmune a sus encantos, esta vez tenía la certeza de que había una parte del oficial muy interesada en él

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El Kitsune y el Policía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora