Operación: Hiro-Kitsune

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A Miguel le gustaría decir que puso en marcha el plan para que Hiro develara su identidad como villano en cuanto le fue posible. La verdad es que el susto de casi perder a Hiro a manos de la bazooka le hizo tomar su semana de vacaciones para reafirmar que el empresario estaba vivo y a salvo y su relación estaba bien.

La primera noche que pasó en casa del japonés durmió de manera intermitente despertando entre pesadillas en las que Hiro moría. Curiosamente el magnate se había aferrado a él con más fuerza de la acostumbrada y parecía estar consciente del verdadero peligro en el que estuvo.

Por su parte Hiro nunca lo iba a admitir, pero la realidad era que el ataque con la bazooka lo había sentido bastante cerca. Estaba tan acostumbrado a que el departamento de policía usará las mismas tácticas que no pensó que fuera a encontrarse con un arma de grado militar. Si estaba vivo era gracias a su velocidad, capacidad de improvisación y un poco de suerte. Debía admitir que lo había impresionado la determinación de la detectIve Díaz pero sabía perfectamente que un paso en falso le pudo costar muy caro. La experiencia le hizo disfrutar un poco más su cena de esa noche, el dormir en su cómoda cama y amanecer en un mundo donde todavía brillaba el sol.

Después de una semana de procesar sus respectivos traumas, empezaron a volver a la normalidad poco a poco. Esa normalidad implicó que Miguel pusiera en marcha su plan.

La Operación Hiro-Kitsune: Confesión estaba en progreso.

Intento #1. Preguntar directamente. O tan directamente como fuera posible.

La mamá de Miguel le había dicho toda la vida que si quería saber algo debía preguntar. La intención de aquel consejo era alentarlo a llevar sus dudas a los profesores, pero bueno las lecciones de vida de su madre podían trasladarse a distintos planos.

Sin embargo, no podía ser demasiado directo. La situación era sumamente complicada y no podía correr riesgos. Si quería hacer esto tenía que hacerlo de manera delicada para que Hiro no saliera corriendo en la dirección opuesta.

Durante una tarde tranquila en la casa del japonés arrancó sutilmente su plan.

—Mi amor, ¿tienes algún secreto que nunca le hayas dicho a nadie? —le preguntó desde su posición en la silla del balcón.

—Creo que todos tenemos secretos que no le hemos dicho a nadie, Miguel —contestó divertido sentándose en sus piernas—. Es lo más normal del mundo.

—Bueno pero hablo de un secreto importante, algo que sientas que no le puedas contar a nadie porque sientes que no entenderían —lo miró a los ojos esperando que entendiera lo mucho que lo amaba y que confiara en él—.Tú me dirías si tuvieras un secreto muy grande ¿no? Sobre todo uno que te pusiera en riesgo.

Hiro lo miro extrañado. Sí tenía un secreto muy grande. Pero era uno que sabía que no podía decirle a Miguel si quería seguir a su lado. Todo el amor que el mexicano sentía por él se desvanecería en un segundo si supiera que era el criminal que para colmo siempre se burlaba de él y lo molestaba.

Había sido testigo en primera fila de como Miguel mandó a la cárcel a unos traficantes de drogas que habían salido casi de la nada. Todo comenzó con un gran incremento en violencia de tráfico de drogas en la ciudad, algo que siempre se había mantenido muy controlado y mínimo. El problema explotó de la noche a la mañana. O eso parecería si no fuera porque Miguel se dio cuenta que los enfrentamientos y tiroteos tenían su origen en fiestas de música electrónica en los barrios emergentes de la ciudad. Se armó rápidamente un operativo gracias a los informantes que había cultivado Santiago en la ciudad y a largas horas sin descanso de parte de todo el departamento. Miguel se encargó una buena parte de la planeación y no descanso hasta que fueron capturados para ser enviados a juicio. No, no le podía decir que era un criminal. Pero le podía decir otras cosas, estaba dispuesto a entregarle otro de sus secretos.

El Kitsune y el Policía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora