Siénteme

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La cosa con Miguel es que fue criado para ser un caballero. Su abuela, su madre, sus tías, primas y hasta su hermana menor le habían insistido en que siempre debía mostrar respeto por la mujer con quien saliera. Cuando les informó que no tenía interés en salir con ninguna mujer, cambiaron a decirle que entonces debería de ser respetuoso del hombre con quien estuviera saliendo porque seguía siendo necesario sin importar el género. Miguel se lo tomó a pecho.

Salir con Hiro hizo relucir todavía más está faceta, siempre cuidadoso de no sobrepasar ningún límite. Se separaba cuando sentía que estaba cercano a propasarse y solo tocaba más a Hiro si él era quien daba el primer paso. A Hiro se le hacía muy lindo, la forma en que siempre parecía pedir permiso para tomar otro paso de la misma forma en que se había acercado con dudas a su primer beso. Y Miguel normalmente no tenía problema con limitarse, él podía esperar el tiempo necesario.

Las dificultades surgieron cuando se quedó un poco más tarde de lo que acostumbraba en casa de su pareja con el plan de ver una película antes de retirarse. Habían estado sentados tranquilamente en la sala del millonario, intercambiando besos y abrazos entre tiempos. No debía de ser algo fuera de lo ordinario.

El problema es que normalmente no tiene al japonés sentado sobre él, con sus piernas rodeando su cintura. Normalmente no tiene a Hiro besándole el cuello mientras restregaba su cuerpo contra él y por lo general el mismo genio no toma sus manos para ponerlas sobre su trasero. Uno muy bien formado y firme, debía agregar. Hoy Miguel no estaba seguro de poder separarse de él y ser el caballero que debía.

Hiro moría de ganas de tocar y ser tocado. Le encantaba la forma en que MIguel lo trataba como si fuera algo valioso que debía ser cuidado y protegido pero no era fan de la forma en que el mexicano se separaba de él antes de que pudieran continuar. Habían pasado ya meses desde la vez que se coló por su ventana como el Kitsune para seducirlo, en todo ese tiempo no había tenido nada de contacto sexual y le urgia que Miguel lo tocará como esa vez. Solo tenía que tener un poco de cuidado y podría finalmente tener al policía para mostrarle cuánto lo deseaba.

–Tócame –pidió Hiro con algo de desesperación–. Quiero que me toques.

Miguel empezó a explorar más libremente el cuerpo de su novio, pasando desde su cadera hasta bajar a sus piernas para volver a subir hasta su cintura. Dios, no se explica cómo alguien puede ser tan tierno un segundo y tan sexy al siguiente pero no se iba a quejar. Al pasar una de sus manos debajo de su camisa sacó un pequeño gemido que lo excitó como pocas cosas en su vida. Levantó su cabeza para robarle un beso profundo, aprovechando para morderle el labio inferior de la forma que sabe que le gusta.

–Hiro –llamó una vez que se separaron, viendo sus bonitos ojos que ahora no eran fríos, sino cálidos y llenos de lujuria–. Necesito que me digas hasta dónde quieres llegar hoy.

–Quiero hacer todo lo que tú quieras –respondió el genio depositando besos por toda la cara del mexicano–. Quiero estar contigo.

No hubo mucho más que decir después de eso. Miguel tomó a su novio por la cadera para levantarlo y llevarlo cargado hasta su habitación. Hiro disfruto mucho el trayecto, aunque no le hubiera importado si decidía tomarlo en la sala, en las escaleras o contra una pared. Solo quería ser suyo otra vez. Pero el mexicano no dejaba de ser un romántico, Hiro no estaba seguro de cómo había encontrado al hombre perfecto.

Al llegar a la habitación el policía se encontró con una amplia cama con sábanas que seguramente cuestan más que todo lo que tiene en su departamento. Depositó ahí a su pareja sin separarse, cayendo en los brazos del otro. Empezó con darle un beso en los labios que rápidamente se tornó sucio para luego moverse a su oído para mordisquear un poco su lóbulo. La forma en que Hiro levantó su cadera para conectarla con la suya le hizo saber que no era el único desesperado por más contacto.

El Kitsune y el Policía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora