Corte Limpio

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Después del enfrentamiento que había tenido con el Kitsune, Miguel pasó más de una semana en el hospital durante la que había intentado convencer a los doctores que estaba bien mientras ellos lo veían con incredulidad. En este tiempo había llegado a una importante conclusión: Tenía que terminar oficialmente su relación con Hiro. Entre la forma en que lo había ignorado y la golpiza que se habían dado sabía que su relación ya estaba profundamente fracturada, pero para que no hubiera malentendidos tenía que hablar con quien aún era técnicamente su novio. Si lograba recolectar las evidencias (y el coraje) para comprobar que era el Kitsune, no quería que su investigación se viera cuestionada por su relación con el empresario. Era hora de un corte limpio.

Lo más sencillo y sensato hubiera sido un mensaje o una llamada para no tener que verlo, pero no podía tratar a Hiro como si fuera solo una relación breve o una aventura. A pesar de su enojo y su tristeza no tenía el estómago para terminarlo como si su relación se tratara de sexo casual, por lo que tomó la decisión de ir a su casa para hablar con él. También estaba el hecho de que... lo extrañaba mucho. La mañana que había salido disparado de la casa del japonés no se había preparado emocionalmente para dejar de verlo de golpe. En sus días en el hospital había deseado que estuviera ahí con él, su presencia siempre lo había hecho sentir contento. Aun si había acabado en el hospital gracias a él, lo extrañaba. Contra toda lógica quería verlo una última vez. Para tener un cierre y poder decir adiós.

Y por loco que pudiera parecer, no tenía miedo de Hiro. Después del enfrentamiento que habían tenido tal vez debería de tenerlo. El moretón en la costilla le había pasado una factura dolorosa. Pero dudaba que intentará hacerle daño, había tenido meses para atacar cuando estaban solos y no lo creía capaz de intentarlo ahora y revelar así su identidad.

Por si acaso le aviso a Amy y Rosa adonde iba y dio instrucciones de que si no escuchaban de él en una hora, fueran a buscarlo y esperarán encontrar una escena de asesinato. Ellas lo tomaron como una broma, pero habían prometido hacerlo.

Se armó de valor para manejar hacia la casa de Hiro. Al llegar tocó el timbre pero no recibió respuesta. El auto de Hiro estaba estacionado y no había señales de su chofer, por lo que sabía que debía estar en casa ya que desde su vecindario era imposible llegar a cualquier lugar a pie. Tocó la puerta con su puño pero solo se encontró con silencio una vez más. Suspiró. Debió saber que no sería tan fácil.

-Hiro -llamó en voz alta mientras seguía tocando la puerta-. Sé que estás ahí. Abreme.

Alcanzó a ver como una sombra se movía detrás de la puerta.

Del otro lado de la puerta Hiro intentaba mantenerse quieto para no delatar su posición. Sabía perfectamente el motivo de la visita de Miguel y no quería pasar por ello. Tal vez si lo ignoraba podría tener más tiempo para prepararse.

-Hiro, por favor -llamó de nuevo-. Sé que estás enojado, pero tenemos que hablar.

Silencio. Tendría que usar su último recurso.

-Traigo pan y chocolate caliente de doña Carmen -ofreció a modo de soborno-. Abreme si los quieres.

Escuchó como se quitaba el seguro y vio la parte superior de la cara de Hiro asomarse por la puerta entre la puerta.

-Eres un maldito, sabes que no puedo resistirme a esos panes -dijo enfurruñado dejándolo entrar. No se veía tan golpeado como esperaba y realmente debería averiguar cómo es que se recuperaba tan rápido de heridas que de las que cualquiera tardaría semanas en recuperarse. Sin embargo, lo que sí tenía unas profundas ojeras que hacían ver demacrada su linda carita. El corazón de Miguel se estrujó al verlo así y tuvo que pelear contra su instinto inmediato de abrazarlo.

El Kitsune y el Policía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora