Carrera Contra El Tiempo

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Miguel despertó atado a una silla en un cuarto oscuro y frío. Podía sentir los golpes que le habían propinado en las costillas (POR QUÉ DEMONIOS LA GENTE SIEMPRE LO PATEABA AHÍ), un par de moretones formándose en sus brazos y unos más en sus piernas. Sentía perfectamente el moretón en su ojo derecho, lo cual le impedía abrirlo por completo. El forcejeo al mover sus manos le dijo que intentar escapar era fútil, los sujetadores de plástico no lo dejaban maniobrar. Incluso si lograba liberarse, no estaba seguro de poder escapar sin saber siquiera dónde estaba o la clase de seguridad a la que se iba enfrentar.

Maldición, nunca pensó que lo fueran a secuestrar en plena zona residencial. Como era su día libre no se le ocurrió bajar su arma del coche, realmente lo habían tomado por sorpresa.

Ahora le intrigaba por qué demonios lo habían secuestrado. Su trabajo podía ser una de las razones, pero en realidad nunca había tenido más amenazas que las usuales para un policía. La otra era que tuviera algo que ver...con el Kitsune.

Esperaba que fuera lo primero, porque de ser sobre el Kitsune era muy probable que hubieran averiguado la identidad de Hiro y eso iba a ser un gran problema. Aunque no podía descartar que algún maniático como el Nahual lo hubiera secuestrado por alguna razón que solo hacía sentido en sus cabezas. Eso era un poco más peligroso porque los fans obsesionados podían ser particularmente inestables y no dudarían en matarlo.

La última opción era que lo hubieran secuestrado con la intención de pedirle rescate a Hiro. Extrañamente esperaba que fuera eso, porque entonces esto era solo por dinero y probablemente no iba a terminar en una bolsa para cadáveres.

Tal vez podría dejar de especular sobre su situación si sus captores se dignaban a acompañarlo en lugar de dejarlo abandonado en ese cuarto. Por ahora le quedaba esperar un rato.

Habían pasado 4 horas desde la última vez que Hiro había tenido noticia de Miguel. Lo había esperado en su casa con la puntualidad que marcaba al mexicano para quedarse esperándolo. Sus llamadas iban directamente a buzón de voz y poco después el número sonaba como no disponible. Llegó a pensar que Miguel estaba cortando comunicación otra vez, pero su mente y su corazón le dijeron que el mexicano nunca lo haría pasar por eso de nuevo. Confiaba en que no lo dejaría plantado nada más porque sí.

Fue así como acabó yendo a donde nunca pensó pisar por voluntad propia: a la comisaría 99. Sentía extraño de llegar al lugar donde investigaban sus crímenes, pero tenía la esperanza que Miguel simplemente se encontrara en medio de una emergencia que le había impedido cargar su celular antes de mandarle un mensaje.

-¿Señor Hamada? -preguntó la teniente Santiago, se la había encontrado muchas veces como el Kitsune pero era la primera vez que la trataba a pesar de que Miguel le comentaba mucho de sus compañeros de trabajo-. Soy la teniente Santiago ¿Lo puedo ayudar en algo?

-Sí. Disculpe, quería saber si Miguel anda por aquí -preguntó educadamente.

-¿Miguel? -preguntó frunciendo el ceño-. No, es su día libre. Tenía entendido que lo iba a pasar con usted.

-Ya veo -contestó mordiéndose el labio-. No quiero sonar ridículo, pero no lo puedo localizar. Esperaba que estuviera aquí por algo del trabajo.

-¿Desde hace cuánto no sabe de él? -preguntó la teniente.

-Desde hace 4 horas, el último mensaje que me mandó decía que ya iba para mi casa -dijo con preocupación-. Por eso me tiene preocupado y no contesta el celular.

-¿Miguel dijo que ya iba para allá y ahora no contesta? -preguntó llegando a su lado la detective Díaz, quien debería darle más miedo pero sinceramente respetaba bastante su decisión para tomar medidas drásticas-. Con razón está preocupado.

El Kitsune y el Policía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora