Capítulo II

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~Inmune~

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Habían pasado ya unas cuantas semanas y cómo lo había dicho todos los días Akari estaba en aquél jardín, haciéndole compañía al igual que a su nuevo amigo, ya había aprendido el camino por lo qué ya no había la necesidad de volverse a perder.

En éste día, esperaba, sentada en la hierba, a Albafica; quién a veces llegaba tarde o simplemente no llegaba, según le había dicho era por su maestro, más no se atrevía a preguntarle más ya que no quería parecer entrometida ante su vida privada; suspiró, agachando la mirada para ver la verde hierba que había bajo sus pies.

  —Parece que tampoco hoy vendrá— desanimada y guiando su mirada a la dirección en la cuál solía venir. Se levantó de dónde estaba —"Y yo que le había traído..." — pero sus pensamientos se vieron interrumpidos al escuchar unos pasos apresurados detrás de ella.

— Lamento...la tardanza— le dijo agitado, al verlo su ánimo regreso y feliz se acercó a él.

—No te preocupes...deberías sentarte te ves cansado— haciéndole caso se sentó en aquella hierba, Akari tímidamente se sentó cerca de él, extendiendo una bolsa.

  —Toma— sin dudar la tomó y abrió, para luego verla —Las hice yo...espero te gusten—se sentía avergonzada y sus mejillas comenzaban a tener un ligero sonrojo, él sonrió ante el detalle de su amiga.

—Gracias— introdujo una mano a la bolsa, sacando una galleta y degustarla —O no eres mala cocinera o yo tenía mucha hambre— ante ese comentario ella sólo pudo sonreír ampliamente. Sin más pasaron así todo el día entre risas y bromas.

* * *

En un templo, un pelirrojo, de ojos cafés y tez blanca, se encontraba, sentado y mirando un punto fijo de la pared de enfrente de él, pensaba en la nueva actitud que tenía su pupilo desde hace días, hace días le había preguntado sobre la toxicidad de su sangre parecía dudar de su propio veneno que había adquirido ante el ritual de Lazos Rojos, así cómo también salía del templo o más bien se escabullía de su entrenamiento, y al su regreso siempre le daba malas excusas.

Cerró sus ojos, intentando así saber lo que le sucedía a quién consideraba su "hijo", pero un débil ruido hizo que los abriera, pero sólo logró ver la silueta del niño, perdiéndose en el interior del templo.

—Creyó que no lo vi... está vez lo dejaré pasar, sólo por qué ya es tarde y no tengo ganas de dar un sermón— se dijo a sí mismo levantándose de donde estaba e yendo a su habitación.

* * *

Era un nuevo día y de nueva cuenta Albafica se disponía irse pero fue detenido por una voz a sus espaldas.

—¿A dónde tan temprano?— volteándose para ver a su mentor de brazos cruzados.

—Yo...sólo iba a vigilar el jardín de rosas que yo...— cayó al ver cómo el mayor arqueaba una ceja, pero al instante relajó su semblante.

  —Luego vas... primero hay que entrenar y además tenemos que hacer el ritual— el menor atinó a bufar.

—Ese ritual sólo es una pérdida de tiempo— haciendo que el pelirrojo riera por debajo al ver su actitud, sin más ambos fueron a entrenar.

Bandos ContrariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora