8 Cherry

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Cierro mis ojos con fuerza y rezo, pero luego me siento culpable por ello, Dios no aprobaría lo que estoy a punto de hacer, eso es malditamente seguro. Aprieto mis puños para que dejen de temblar, pero tiemblan como hojas en una tempestad de truenos de Oslo.

-Cherry, sales en 5 minutos.- Ethan asoma su cabeza por la puerta del vestidor, y ciertamente no pierdo de vista la manera en que sus pequeños ojos brillantes rastrillan sobre mí.
Me asusto y quiero regañarlo, pero no puedo. Después de todo, estoy a punto de tener una cantidad de ojos examinándome en unos cinco minutos. Estoy casi vestida, al menos hasta donde estoy acostumbrada. Crecí usando vestidos hasta los tobillos y faldas con camisetas sueltas, pantalones holgados en verano, y en invierno no salía de las sudaderas grandes y pantalones de algodón. Nada escotado, nada por encima de la rodilla. Nada revelador o exagerado. Nada sexy o sensual. Nada vergonzoso o irreverente.
Ahora mismo, tengo un par de cortes en los shorts vaqueros, los dobladillos deshilachados en hilos blancos. De vuelta en Oslo, ellos habrían llamado a estos shorts Daisy Dukes, ya en que la parte inferior son tan cortos que mis nalgas están fuera. Quiero decir, casi literalmente. Mi culo está en realidad colgando por la parte inferior de los pantalones cortos. Son ajustados, también, apretando mis gruesos muslos de bailarina como la Lycra. Estoy usando una camisa de franela, pero no son quiero decir, no es mucho mejor en cuanto al pudor. Está desabrochada hasta mi escote, que no está contenido por ninguna cosa en absoluto. Hay solamente cuatro botones abrochados, y mis pechos se tensan en esos cuatro botones ajustándose al punto de estallar. Ese es el punto, después de todo. Los botones se suponen que deben estallar. Hay una fila entera de camisas similares a esta en la esquina del vestuario, ya que parte del acto es hacer estallar los botones cuando arranque la camisa abierta.

-Se supone que es sexy- dice Ethan -Los conducirá a lo salvaje.- Él es el experto, supongo. El resto de la camisa de franela está atado en la parte frontal justo debajo de mis pechos, por lo que la mayor parte de mi estómago está desnudo. El último pedazo del atuendo (el traje) es un grueso cinturón de cuero con una gran hebilla brillante, y un par de botas hasta la rodilla. Botas de zorra, he oído que las llamaban. Parecen apropiadas, supongo, ya que papá llamaría prostituirse a lo que estoy por hacer. Son botas de gamuza, de material suelto y arrugado, con un tacón de aguja delgado de tres pulgadas que me hace quedar en un total de 1.70 de altura, puesto que mido 1.60 sin zapatos. Mi cabello negro está bien cepillado hasta estar tan brillante que Candy me preguntó si estaba usando una peluca. Mi cara está cubierta con una cantidad llamativa de maquillaje. Maquillaje de prostituta, el abuelo lo llamaría así. Yo nunca usaba más que un poco de brillo labial y un poco de sombra de ojos que te hace mayor, así que toda la base y el lápiz labial y la máscara de pestañas y todo eso se siente como una máscara. Lo que ayuda, en cierto modo, como si la máscara de maquillaje pudiera ocultarme.
Tomo una respiración profunda y me obligo a pararme, balanceándome sobre los desconocidos talones. Ethan empuja la puerta abierta y la sostiene para mí, pero no es por ser un caballero. Él se pone de pie en la puerta, así que tengo que pasar con dificultad pegada a él al salir. Ahogo el impulso de derribarlo cuando palmea "accidentalmente" mi trasero.

-No hagas eso, Ethan- digo, orgullosa de lo estable y calmada que está mi voz. No es la primera vez que le he pedido que no me toque.

-¿Hacer qué?- Lo repongo con el fulgor que aprendí de papá, el que hace que la mayoría de los hombres se estremezcan en sus botas. O, en el caso de Ethan, puntiagudas piel de serpiente.

-Sólo porque estoy haciendo esto no quiere decir que puedes ir a tocarme cuando quieras, Ethan Perry. Mantén tus garras pegajosas lejos de mí.
No me gusta el sonido vibrante, pero estoy nerviosa y molesta, y forma parte de mi "Cherry" personal.
Ethan soslaya hacia mí.

-Escucha, Cherry. Suenas como una belleza noruega. Me encanta.
Mantén esa actitud, que es buen material. Ahora sal de allí y haz lo que te estoy pagando para que hagas.

The Stripper - Herman Tømmeraas Y Tu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora