12 Déjame abrazarte

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No puedo respirar. Estoy detrás de la cortina en Fallen Angels, esperando para salir a mi primer baile en el escenario de viernes por la noche. Mi corazón está palpitando, late tan fuerte que juro que veo los golpes debajo de mi piel. Mi estómago está agitándose con náuseas, tan fuerte que no estoy segura que pasaré a través de este número sin vomitar. Me obligo a respirar profundamente. Puedo hacer esto. Nada ha cambiado. Nada es diferente. Pero es una mentira. Tal mentira. Todo es diferente. Yo soy diferente.
La respiración profunda se convierte en un quejumbroso gemido en la parte posterior de mi garganta. Candy está terminando su baile, y ahora Ethan me presenta. La multitud de hombres se vuelve loca. Incluso oigo algunas voces femeninas. Todavía me resulta extraño que mujeres visiten clubes de striptease como este.
-... Por favor ayúdenme a darle la bienvenida a... ¡Cherry!- Ethan grita en el micrófono. Mi señal. Paso mis manos sobre mi estómago como si eso lo fuera a calmar, y luego por mis caderas. Tengo que obligar a mis pies a moverse, me esfuerzo por entrar al escenario. Los silbidos, aplausos y gritos obscenos aumentan a un crescendo. Las luces me ciegan. Tengo que parpadear varias veces, y miro detenidamente el mar de rostros.
No veo a nadie conocido, gracias a Dios. Cierro los ojos, haciendo lo mejor para bajar mis nervios y luego comenzar mi rutina. Los abro y miro la media distancia, sin mirar ninguna cara. Como de costumbre, al final, tengo más de cien dólares en billetes de uno, cinco, y algunos de diez. Las lágrimas se mezclan con el sudor en mi cara.
Corro de nuevo a los vestuarios y al pequeño cuarto de baño, dejando caer el puñado de billetes en el tocador cuando paso. Cierro la tapa del inodoro y me siento en ella, dejando que las lagrimas fluyan.
La cara de Herman surge en mi mente.
"No perteneces allí. Eres mucho más que este club de mierda." Todo lo que puedo ver, sin embargo, es la dureza bloqueada en sus ojos mientras nos sentamos en la cena de negocios. Tomé notas, intervine con algunas ideas, y fingí no ver el dolor persistente tras la expresión cerrada de Herman. Hizo que Alfredo me llevara a casa y me acompañara hasta mi puerta.
Antes de irse, Alfredo me entregó una tarjeta de negocios.
-Si necesitas algo, llámame.- Se secó la frente con los nudillos -Esto es de mi parte, no de él.

Cuando me levanté a la mañana siguiente, el Rover estaba de vuelta en el estacionamiento, y las llaves estaban en mi buzón de correo con una nota.
Tenía dos palabras: "Mantente a salvo -H."
Estaba firmada con una casualmente teatral letra "H" y nada más. Sigo caminando a clase, pero conduzco al trabajo, estoy agradecida por su consideración, incluso en nuestra situación incómoda.
Un puño golpea la puerta del vestuario.

-Vamos, ____- Ethan grita -Tiempo de trabajar en el suelo. Es un viernes animado y no tenemos tiempo para tus tonterías emocionales.- Me salpico agua en la cara, retoco mi maquillaje, y trabajo. Odio esta parte tanto como bailar en el escenario. Estoy cara a cara con la lujuria cruda.
Gano una fortuna, lo cual es bueno, porque la matricula debe de pagarse pronto. Hago dos números más en el escenario, y lloro después de cada uno.
Dejo el escenario después de mi último baile, lloro, retoco mi maquillaje, y golpeo el suelo por algunas ultimas mesas y bailes. Son casi las tres de la mañana, y el club está casi vacío, a excepción de unos pocos tipos esparcidos por sí solos o en pequeños grupos. Estoy a punto de marcar mi salida cuando un hombre hace gestos hacia mí. Es joven y guapo, vestido con lo que era un traje de lujo, excepto que ahora la chaqueta está arrugada, su camisa desabrochada y la corbata sacada. Su torso está desnudo entre los bordes de su camisa cara, moreno y de aspecto duro y ondulante de músculos. Sus ojos están vidriosos y desenfocados, está sudando y la mano que sostiene la cerveza tiembla ligeramente. Me observa ávidamente, su mirada fija permanece en mis pechos y mis caderas. Inconscientemente hago de nuevo el nudo en mi camisa para asegurarme de que mis pechos permanezcan en su lugar, y su mirada se estrecha en el gesto. Me detengo a pocos metros de él.

-Diez dólares por un table dance, quince por un baile.- Él saca un billete de veinte, doblado en cuatro partes, y lo extiende entre el índice y el dedo medio.

The Stripper - Herman Tømmeraas Y Tu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora