Capítulo Final

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En aquellos momentos. Mi vida, mi historia; había cambiado. Ya no existía Candace Stone en mi memoria, ya no existía una familia, ni un futuro próximo. Sólo había soledad, era oscuridad. Ya no existía un simple motivo para seguir, para continuar con un camino que hace años había terminado. Once años, ya no era el mismo. Cada vez que frente aquel espejo roto y manchado observaba mi reflejo, notaba como se opacaba más, así como mis inexistentes ganas de continuar mi rumbo. Tenía una larga barba, de tener veintiséis años ahora tenía treinta y siete, estaba próximo a los treinta y ocho. Mis ojos de tener energía y brillo ahora, cada vez me fallaban más y más, además de sólo demostrar dureza y extinción de sentimientos ya no percibía muy bien los colores, sufrí muchas caídas en ese jodido lugar, tratando de buscar alimento, una forma de vivir, una de ellas me hizo un maldito inválido, tenía que transportar mi peso en una silla de ruedas. Me sentía tan jodidamente inútil, y sin embargo aquí me encontraba nuevamente.

Frente a la empresa que me había hecho un hombre imponente y frío, alguien que hacía valer su propia ley. Maldita sea, no era capaz de nada, quizá no lo era hasta hoy.

Me sentía listo, estaba dispuesto a regresar, a pesar de estar inválido, a pesar de haber enterrado a mi padre hace algunos meses, a pesar de haber perdido al amor de mi vida..., hoy estaba listo para ser un verdadero Brown. Crucé el puente, llegué al otro lado, teniendo ya la oportunidad de demostrar lo fuerte y lo cruel que el tiempo y las heridas me habían hecho. Mis sentimientos ya habían muerto, mi amabilidad ya no existía, y mis secretos...; bueno esos ya los sabia todo el puto mundo.
Inundé mis dedos en la suave piel de la silla de ruedas, sin embargo no sentía nervios; ¿Porqué sentirlos? Si regresaba a mi empresa.

Continué avanzando hasta por fin cruzar los grandes ventanales de cristal. Estaba idéntica a la última vez que había estado aquí. Sin duda alguna Dimitri Stone salvó mi imperio. Sentí un poco de felicidad, pero mis labios no esbozaron aquella emoción que sentía. Escuché balbucear a todos aquellos que fingían trabajar, observando cada una de mis acciones.

- A trabajar, que no les pago para que hagan lo que esté a su placer. ¿¡Me entienden!? -grité observando a todos. Era casi imposible que me reconocieran, puesto que la gran barba me hacia lucir más viejo. Todos se quedaron con la boca abierta,- Dimitri hizo buen trabajo, no lo niego. Pero ahora he vuelto y la silla de ruedas no me hace distinto a lo que era hace once años. ¿Entendido?

- Sí señor.

Todos respondieron al unísono y admito que me sentí una gran basura. Avancé al elevador, para llegar al último piso, la vista de España sin duda alguna fue lo que más extrañé. Tomé una gran bocanada de aire, y aunque admito que tenía una extraña sensación de miedo en ese momento; no encontré otra forma de volver, que la de retomar el poder que la empresa me brindaba. Las puertas del elevador se abrieron, dejando a la vista la imperial puerta del que había sido mi despacho.

- Buenas tardes, ¿en qué lo puedo ayudar?, -preguntó una chica, lucia un traje completamente formal, con el cabello recogido y exageradamente maquillada, aunque admito que también era atractiva.

- Se encuentra Dimitri. Y no es una pregunta, debo hablar con el y que nadie nos interrumpa. -Dije para continuar avanzando hasta la puerta y entrar sin previo aviso; Dimitri estaba observando España desde la gran ventana.

- He dicho que toques cuando... -sus palabras quedaron al aire al verme-, ¿en qué puedo ayudarlo?

- Qué hermosa vista, ¿no crees? Sin duda alguna eso fué lo que más extrañe. -Sus ojos se abrieron en muestra de asombro, me miró de arriba abajo con el ceño fruncido.

- ¿Austin? -preguntó.

- Con barba y en una puta silla de ruedas, sí soy yo.

- ¡Joder! C-como llegaste. E-estas a-aquí.

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