Nuevo mundo (Lorcan&Lily)

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La tercera guerra mágica se ha desatado en el mundo.

El caos y el miedo gobiernan. El dolor de una pérdida está siempre presente, y esta vez los héroes de antaño no pueden ayudar. Con el ministerio corrompido, los colegios de magia se han transformado en una pesadilla para los jóvenes magos.

La guerra parece ser eterna cuando la ira, el miedo y la desesperanza abunda.

Todos lucharan a su manera, mientras sus cuerpos caen y su mente de derrumba.


25 de Agosto del 2037, 7:30 am. Londres, Inglaterra. Callejón Diagon.

Oscuridad. Esa era la palabra con la que muchos describirían el día. Mas no era el día lo oscuro exactamente, pues a pesar de ser una mañana de otoño, los débiles y escasos rayos de sol calentaban lo suficiente para ser considerado como un día cálido. Lo único oscuro allí era el ánimo de los magos y brujas, lo bastante valientes o desesperados, para salir de la seguridad de sus casas.

Tal vez, si los más jóvenes pudieran recordar cómo eran sus vidas antes de eso, o hubieran tenido la oportunidad de vivir en paz, como sus padres, sentirían lo depresivo del ambiente.

Pero no era así. Los más jóvenes estaban listos para la guerra. Eran soldados y sabían lo que eran las pérdidas.

Pero, ese no era el caso de tres jóvenes personas que, en ese momento, atravesaron la barrera del callejón camuflándose bajo largas túnicas negras que se arrastraba por el suelo ensuciándose de barro y sangre.

Los tres se separaron, nada más entrar al callejón, sin decirse ni una sola palabra. Para ellos, que aun guardaban rastros de inocencia, estas pequeñas excursiones no eran nuevas. Ya sabían qué hacer, o eso creía.

Rose, la más bajita de largos y enredados cabellos rojizos, que caían cual melena de león por sus hombros, poseía unos enormes ojos azules que atraían la atención como reflectores sobre ella. Suspiró, escondiendo la melena en su capucha. Ignoro a los carroñeros y vagabundos que dormían en el suelo polvoriento de lo que antes había sido el mágico Callejón Diagon y continúo su camino.

El segundo de ellos era el más alto, y el único hombre de los tres que habían sido asignados a esa "misión" como él la llamaba, a pesar de saber que solo estaban haciendo los mandados. Se sentía bien por fin poder salir de la casa. A pesar de lo grande que era la mansión, el estar todo el tiempo allí, encerrado como prisionero, no le hacía ninguna gracia, y aunque tampoco le gustara el ambiente en el callejón disfrutaba de salir y respirar el aire fresco. ¡Se sentía tan bien! Varios meses han pasado desde la última vez que le permitieron asomar la nariz a la puerta. Hugo se deshizo de sus pensamientos con una ligera sonrisa antes de entrar en lo que quedaba de la vieja boticaria.

La tercera persona era la que menos atención llamaba de los tres, quizás por su manera de caminar o por el aura que oscura y pesada que cargaba, tan similar a la de las pocas personas que se animaban a pasear por allí que se podía camuflar con facilidad. La pálida joven de baja estatura, ojos marrones y cabello recientemente azabache, camino por el callejón sintiendo como el frio aire de otoño ondeaba levemente su capa y levantaba los sucios periódicos tirados, todos con la misma imagen anunciando, como siempre, lo que todos habían temido desde antes de que ella naciera y lo que desde hacía ya más de tres años se estaba desenvolviendo.

Lily dejo escapar un suspiro casi imperceptible, y entro en la destruida librería mientras la puerta se cerraba tras ella y los carteles con la foto de su padre y su familia empapelaban la pared, así como la del resto de los restantes negocios.

Historias Perdidas || Tercera GeneraciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora