¿Quién eres de mí?

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Ambos cruzar la pared saltando al otro lado cayendo al suelo, en ese lado la luz de la luna vuelve a brillar.

Levantándose, el pelonegro da un par de pasos hacia delante sacudiéndo su ropa, detrás de él también va la chica que lo salvó.

Al voltear pudo observarla mejor, su cabello no solo era rubia, también esta alborotado con una una bandana verde oscura. Su mirada fría le resultó al pelinegro interesante, un rostro suave combinado con un cuerpo tonificado, cubierta por prendas que le permiten libre movimiento.

Parece denotar elegancia, incluso aunque esté manchada con la sangre de sus enemigos, cuando se queda sin balas, notó su rapidez sigue incluso para recargar sus armas.

Cuando esta ve que no hay otra amenaza cerca, se ajusta su chaleco negro mientras ve al cielo suspirando. Volteó a Edgy cuando ambas miradas se cruzan, el vio su salvación, solo faltaría que sus ojos fueran celestes para creer que es un ángel.

—¿Se encuentra bien? ¿Edy? —cuando ella lo vio, su forma de verlo denota preocupación y seriedad, sin embargo luego de examinarlo detenidamente, muestra una sonrisa—. Se que estas confundido, pero soy una aliada. —afirmó extendiendole su mano en señal de camaderia—. Creé en mi por favor. —su voz es suave, levanta su mano para que el chico la estreche.

El la tomo como agradecimiento—. Estoy bien «creo que eso pregunto, desde los disparo no puedo escuchar bien» gracias por ayudarme. —respondió sintiéndose confundido y nervioso, pero aliviado, no hay porque empeorar todo, al menos por ahora podía respirar tranquilo—. «Parece poseer tremenda fuerza». —piensá el pelinegro viendo de reojo los muslos de la chica.

—Los pantalones que encontré me apretaban un poco las piernas. —pensó la chica fijándose en sus pantalones cortos—. Lo explico porque no es algo que usaría en un momento como este.

Edgy volteó a la pared que acaba de cruzar, entre todos esos cadáveres se debe encontrar el de su madre que lo persiguió desde el comienzo.

—Imagino que tienes muchas preguntas —interrumpe la chica de pelo dorado.

El pelinegro asiente con la cabeza mientras bajando la cara con tristeza, pensándolo bien no debería estar mostrándose así, menos ahora.

—Si, eso creó. —intento no tener contacto facial con ella.

—Entiendo eso, pero nuestra prioridad sera encontrar un lugar seguro por ahora. —dice abrazándolo desde atrás con su arma en mano, tratando de hacer que se desahogue—. ¿Comprendes la situación? —cuestiona notando que no hay reacción, lo suelta para mejor guardar su arma.

—Como digas, ¿señorita? —el joven levanta la mirada dando marcha a donde se encuentra su casa—. Iré a un lugar seguro, lo prometo.

—Alto, alto. —reclamó altanera poniéndose frente a Edgy—. Estamos en una situación donde yo soy la que te salvo. —expusó con seriedad.

—Y daria la vida para pagarte, pero debo ir a-. —afirmó volviendo a rebasarla.

La rubia se interpuso nuevamente—. Tu debes acompañarme a mi, conozco un lugar donde estaremos seguros, allí podremos-. —interrumpió la rubia

—Tengo hermanos, dos menores de edad, debo buscarlos. —decía tratando de rebasar a la rubia, está le intenta intimidar—. Muevete, mis hermanos me necesitan.

Entonces la rubia le golpeó en la mejilla—. Lo siento. —dijó la rubia sonando abrumada; en tanto el pelinegro retrocedió un poco, más no cae, la rubia levantó la vista absorta—. ¿Qué? —se preguntó asustada.

—El golpe de mi madre dolió más. —afirmó el pelinegro retomando su camino—. Debo irme.

—«No debería poder moverse luego de tal golpe». —pensó tomando la decisión de caminar juntó a él—. Ey, déjame seguirte al menos. —habló la chica.

Siguen corriendo sin detenerse, tarda un gran rato y con tiempo la distancia se hace cada vez mas corta, parecen ya estar lejísimos de las personas por ahora, la noche siendo alumbrada por la luz de la luna vuelve a formar parte de los pensamientos de Edgy.

Ve al cielo y su calma contagia al chico, no puede evitar ver a la luna y sentir que hay tranquilidad incluso en esta situación; en cambio la rubia está revisando un mapa algo doblado y rayado, con su dedo indice parece estar señalando la ruta predispuesta a seguir.

—Alto Edy, solo dame un momento. —por lo que piensa el pelinegro, ella ya tiene todo planeado, no puede evitar sentirse en otro lugar al ver una persona que por sus facciones faciales obviamente no es de Ghoatemala—. Oye, ¿me escuchaste?

—«Estoy solo». —pensó viendo las estrellas que alumbran la oscuridad—. «Mi madre murió». —suspira Edgy, a punto de sentarse a orillas de la calle—. «Aún no lo puedo creer, mis hermanos podrían incluso, no quiero pensarlo, y tampoco tengo como llamarlos» —piensa recordando a Karla cuando le arrebató su teléfono.

—¿Quiere consuelo Edy? —pregunta Eri extendiendo sus brazos—. Hablo de desahogarse en mis brazos.

—Porque siento que sigues un guión, puedo con esto. —responde viendo la brillante luna—. Tengo la fuerza, e imaginó que mi familia desde lejos también me prestan su valor, o algo así. —se coloca cabizbajo, pensando que aún así, esta vivo.

—Yo, pues no se que decir, aunque de verdad siento tu dolof. —responde la rubia, de forma frustrada, sintiendo un nudo en su garganta forzandose a seguir hablando—. Esperó puedas superarlo y pues, seguir adelante supongo.

—«¿Tu que podrías saber de eso?». —pensó, mientras se levanta para verla de frente, retirándose su saco y aflojandose el cuello de su corbata—. Dime ¿eres alguien que conozco y que olvidé? ¿o algo así?—pregunta Edgy.

La rubia se confunde—. ¿Perdón? No sé a qué te refieres. —contestó dudando.

—No serias la primera en decirme algo así. —dijó Edgy mirando a ambos lados del camino, absolutamente despejados—. Entonces ¿eres algo así como mi protector?

—Solo por ahora. —responde fríamente, ajustando su chaleco—. El mundo esta lleno de misterios.

El pelinegro volteó a verla de pies a cabeza—. Usted un misterio. —dijó volteando su vista a otro lado

—No me hace gracia serlo, y hablame de tu mejor. —responde la rubia mirando la constelación de la osa menor—. Da igual, después tengo que seguir con mis cosas, descuida.

—Menos mal, gracias por salvarme, mi heroína. —esbozó dejando su saco en el suelo—. Adiós. —agregó para seguir caminando.

—Edy Santiago. —responde la rubia abrazándolo por detrás—. Si quieres llorar, hazlo.

El pelinegro se mantiene firme—. Escucha, solo quiero encontrar a mi familia. —expresó Edgy sonando destrozado—. Y de echo si soy Santiago, pero mi nombre es... Edgy.

—Ah tranquilo, ya lo se, pero. —reafirmó la rubia despreocupada mientras suelta al chico—. Asi es mejor llamarte.

El pelinegro se entrecerró sus ojos—. Sin mis hermanos no voy a ir a ningún lado. —afirmó Edgy retomando su caminó—. Vivos o muertos.

La rubia lo vio como si de una molestia se tratara—. Dejame ayudarte entonces, a encontrarlos. —dijó con amabilidad.

La Cruzada de Edgy: Corrupción ZombieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora