22©- Girlfriend

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Sus manos se enrollaron en mi cintura mientras me atraía hacia sí con un movimiento firme.

Mis pechos desnudos rozaron su perfecto y esculpido torso, haciéndome encenderme al instante, mientras le echaba los brazos al cuello.

Le aparté con un bonito gesto el flequillo mojado que le caía encima de la frente, entonces, bajó su cabeza lentamente, y como si fuéreamos hechos el uno para el otro, sus labios encajaron perfectamente con los míos.

No hubo un Nick, ni hubo un pasado destruido, ni hubo un hombre destrozado... No hubo nada, solo paz y nosotros dos unidos.

Me levantó por los muslos para enrrollárselos alrededor de la cintura y mi espalda chocó contra los azulejos. Di un respingo y se me escapó la risa al notar el frío de éstos.

Dante tiene ese no se qué que altera mi... qué se yo. Me encontré a mí misma acariciando su miembro para llevarlo hasta mi entrada, mientras éste se encargaba de besar mi mandíbula y recorrer con besos húmedos mi cuello.

Le acaricié su barba cuando me penetró de golpe, haciéndome arquear mi espalda y sonreír con sus labios encima de los míos. No pedía nada más aquella noche.

Solo tenerle a él, con eso me bastaba. Era un sentimiento tan bonito y tan intenso, que debía de ser pecado que el ser humano no pasase por él antes de morir.

Sus penetraciones eran acompasadas, a la vez que rabiosas y tiernas. Era una mezcla tan excitante, que no tardé en llegar al orgasmo. Él arrepetió contra mí tres veces más hasta que logró su propio placer.

Salió de mí a tiempo y suspiré cuando sentí su líquido caliente calpicarme la entrepierna.

Con Dante todo era fácil y difícil a la vez. Era consciente de que podía pasar de quererle a odiarle en los próximos minutos. Le quiero y le odio, al mismo tiempo.

Es como si quisiera dispararle, pero a la vez detener la bala con mi pecho para salvarle.

Aún conmigo en sus brazos, salió de la bañera, intentando no resbalar y con mi estúpida y boca risa sonando alrededor. Caminó hasta llevarnos a su habitación y nos tumbó a ambos, para dejarme disfrutar de la belleza de su hermosa sonrisa.

Entonces le di la vuelta, quedando él abajo. Ya había hecho suficiente hoy.

Ahora me tocaba a mí.

Sonreí al escucharle roncar ligeramente. Le acaricié su espalda desnuda antes de plantarle un beso en el hombro.

Me levanté sin preocuparme de mi desnudez y abrí su armario para coger algo para ponerme. Tras elegir también unos calzoncillos negros de Calvin Klein, me metí en la cocina.

Era un desastre cocinando, pero unos simples huevos sabía hacer. El olor pareció despertarle, ya que a la media hora, apareció en el umbral de la puerta, con unos simples pantalones holgados colgando de sus caderas.

Ignoré la deliciosa uve que se le marcaba perfectamente. Se sentó en la silla, comiéndome con la mirada.

-¿Alguna vez se te quitará el fetiche de llevar mis sudaderas encima?- elevó una ceja, divertido.

Observé su sudadera negra que me llegaba cuatro dedos por encima de las rodillas.

Negué y me senté, esquivando la mano que me iba a agarrar para ponerme sobre su regazo. Elevó una ceja y observó de paso la mesa. Puse mis manos debajo de mi barbilla, observándole intensamente.

-Antes, quiero dejar claras algunas cosas- carraspee y éste, al ver la seriedad de mi rostro, asintió- Mis padres murieron.

Solté eso de golpe, mirando a la mesa.

LA LISTA DE HANNAH✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora