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—CA-FÉ. ¿Qué hay de complicado en eso? C-A-F-É.

Alain estaba justo delante de su dispensador de alimentos esperando por casi 30 minutos que le diera su muy exigida bebida. Se encontraba molesto, pues lo único que le era entregado era leche caliente.
Y ahora, en el intento número veintiséis le fue entregado.

Leche caliente.

—¡Suficiente! Quiero TÉ NEGRO.—Se masajeaba la sien derecha ligeramente para liberar de alguna manera el estrés y el dolor de cabeza que amenazaba con hacerse presente.

Después de unos segundos el característico "Peep" del dispensador llamó la atención del chico quien inmediatamente giró su vista esperanzado.
Lo que se encontraba debajo ocasionó que chasqueara su lengua sonoramente provocando un eco en todo el lugar.

Café.

—Oh ¡Vamos!—. Miró hacia el techo con los brazos en la misma dirección preguntándose qué había hecho mal en su vida para pagar su error con un dispensador inútil.

Por obvias razones era culpa de las fallas que había últimamente. No era el único afectado, sino ya habían bastante quejas de muchos habitantes ante mal mantenimiento.

Hace poco una chica que vive arriba de Alain se había quejado de que se prendían y apagaban constantemente las luces ocasionando un apagón en su apartamento que duró casi una semana; otro fue un hombre de alrededor de unos 40 años, vecino de ellos, que fue a quejarse porque no había señal de televisión por lo que se perdió la transmisión de su programa favorito. Se encontraba molesto, pero eso no era problema del Sistema, sino de su falta de pago.

Así había más testimonios y víctimas de las fallas en la ciudad, pero parecían restarle importancia, pues lo veían como algo normal. A pesar de que nunca había pasado algo similar.

Era medianoche y Alain aún no podía dormir. Y no era a causa de la cafeína, sino más bien pensaba. Pensaba en todo y al mismo tiempo en nada.
Su mente estaba en blanco pero se preocupaba por muchas cosas.
La propuesta de Laura lo había dejado pensando, y fue eso lo que le trajo insomnio.

Habían pasado dos horas desde que cortó la llamada y se sentía mal. Aún y cuando habían acordado empezar de a poco con su investigación, seguía pensando en la posibilidad de salir de Danville.

¿Acaso es eso posible?

Pues al parecer tú y yo lo descubriremos con el tiempo. Pero te advierto que estoy igual de emocionado que tú.

¿Qué? No lo sé todo. A mi solo me pagan por platicarte lo que está sucediendo. Lo que me lleva a...

Quiero pedirte algo: cierra los ojos e imagina la habitación de nuestro gobernador justo como la habíamos dejado. Te dije que volveríamos después.
Imagina las cortinas gruesas, el tapiz oscuro, la computadora, y si gustas hasta el olor a canela artificial.
Toma mi mano y viajemos.
Uno...
Dos...
Tres...

David se había dado por vencido. No había podido sacarle provecho a la Computadora y mucho menos pudo ver el mensaje de los Guardianes.

¿Y si algo había salido mal? ¿Se encontrarán bien? ¿Vieron algo?

Las preguntas llegaban de golpe a su cabeza. Tanto que ocasionaron que cayera directo al suelo con una horrible jaqueca.
Había invertido mucho tiempo en tratar de encontrarle un arreglo a lo que sea que estuviese fallando. Las quejas llovían y llegaban de todas las maneras posibles.
Por un momento creyó que se levantaría un caos, pero no fue así. Se alegró un poco por el tipo de habitantes que gobernada. A excepción de dos en particular.

Outside Next Door ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora