Amar no es de tontos, lo tonto es enamorarse. Y ése fue mi error...enamorarme de él.
A hora, gracias a él soy una asesina, ¿qué como me llaman?, me dicen...la viuda negra.
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¡ESTA HISTORIA ES PARA ENTRETENER, QUEDA PROHIBIDA COPIAS Y VERSI...
-¡Confíesa de una maldita vez!...-azotó su mano sobre la mesa y lo mire siniestramente a los ojos.
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-¡Se acabo tu teatrito!.-Me exigio el detective entre dientes.
-¡Habla!, ¡Admitelo!, ¡pudiste burlarnos una vez pero otra ya no!, ¡Ya no podrás lastimar a nadie!.-Me grito con odio nuevamente de una mirada llena furia.
Mire a su compañero quién se encontraba enfrente de mí anotando mis declaraciones.
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-¿Yo lastimar?...¿Y qué hay de quién lo hizo conmigo?.-Le pregunté en voz baja y ambos fruncieron el seño. El detective que estaba enfrente de mi anotando todo, me miro tranquilo y me hablo.
-________, es mejor que digas todo, ya no hay más huidas, no más escapatorias y sobre todo...ya no más asesinatos. ¡A hora habla!.- Me indicó siendo firme.
Mi mirada se centraba en su camisa azul y esa corbata de unos tonos muy parecidos, mismo por lo que sabía por donde comenzar exactamente mi historia. Era momento de hablar, momento de confesar de por que hice lo que hice, había llegado ese momento y era tiempo de decirlo ante la justicia...
● EL O R I G E N ●
Lo miraba una y otra vez desde mi escritorio, entraba muy firmemente por esa puerta como todo un alfa ante sus trabajadores. Sus dedos se colocaban cerrando uno de sus botones de aquel saco negro puesto de tela fina, sus zapatos relucientes de limpios se aproximaban por aquel pasillo, su mirada daba una leve sonrisa aquién se le atravesaba en un gesto de amabilidad, sus ojos grandes y de color azul como el oceano pacifico fijaban a mi llegando finalmente hasta mi escritorio, dejándome en el cielo de solo poder sentir como su maravillosa loción penetra mis fosas nasales.
-Buenos días, señorita Bell. -Dijo de una sonrisa mirándome a los ojos y de sólo verlo sentía que me desvanecia ante él.
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