-¿Tú me amas?-pregunté.
Se separó de pronto y se giró, caminó un poco hasta alejarse unos cuantos metros de mí. Me quedé transpuesta allí, mirándole solamente cómo se quedaba bajo la lluvia, completamente confundida por su reacción.
-No me hagas esto…-suplicó con dolor-¡Por supuesto que te amo! Cada latido de mi corazón lo grita cuando te ve-dijo mientras la lluvia lo empapaba con ferocidad.
Me encaminé hasta él con paso apremiante y me le planté enfrente.
-¡Soy un estúpido! ¿Lo ves? Ni siquiera pude hacer eso bien, tratar de fingir ser un patán para evitar enamorarme-musitó con agonía.
-Sí-repuse con dulzura-eres un estúpido; porque intentaste hacerme odiarte, y no funcionó. ¿No entiendes? ¡Te amo, también! Me enamoré de Francis, me enamoré de Kendall Francis, me enamoré del patán que fingías ser. Me enamoré de una forma tan ilógica y descompasada; tan profunda y descomunal; tan irracional e irrevocable, que sinceramente, me asustó; pero ya no más… Por favor, no te vayas. Eres lo que siempre he esperado.
La lluvia me había alcanzado a mí también, ambos estábamos completamente mojados. Pero al menos a mí, no me importaba. Me acerqué de nuevo, acortando la distancia que había entre nosotros. Me había enamorado del ser tan perfecto que tenía enfrente, y la verdad es que me sentía tan bien al decirlo.
Kendall me miró con la dulzura derramándose por sus ojos, y con una de sus manos me acarició la mejilla haciendo que mi piel se erizara de nuevo. Mientras que yo le observaba a través de la cortina de lluvia que el oscuro cielo soltaba sobre nosotros. Las gotas de agua corrían por su castaño cabello haciendo que chorreara de las puntas. Después, él recorrió mis empapados cabellos y quitó los que se pegaban a mi rostro y lo cubrían. Sujetó con delicadeza mi rostro entre sus manos, mientras que las mías, se colocaron en su cintura, una a cada lado. Me miró con tanta dulzura y sentí el revoloteó de aquellas mariposas dentro de mi estómago. Se acercó lentamente, combatiendo la poca distancia que ya quedaba entre nosotros y luchando contra la ferocidad de las gotas de lluvia que caían entre nuestros rostros que peligrosamente se acercaban. Él acercaba mi rostro hasta el suyo, guiándome con sus manos en un camino que él mismo trazaba para llegar hasta su boca. Donde por fin, el sueño se volvió una realidad. Posó sus suaves y rosados labios contra los míos, depositando en ellos todo ese amor que me expresaban sus palabras. Sentí que la tierra se me movió por completo, mis labios eran unidos con los de Kendall y se movían sincronizada mente. De una manera tan armoniosa, tan igual, con una desesperación por parte de ambos, una necesidad del otro. Y allí quería parar el tiempo, él aferrándome mi rostro entre sus manos, nuestros labios unidos por un amor descomunal y nuestros cuerpos empapados bajo la lluvia. Juré que podía oír incluso una hermosa melodía en piano. Haciendo que el momento se hiciera perfecto.
Saboreé sus labios por cada parte, eran tan deliciosos y suaves que de alguna forma me atraían más. Pero recordé la necesidad de respirar y tuvimos que separarnos. Lo miré con nuevos ojos, llenos de excitación y adrenalina. Aquel beso había saciado sólo un poco el deseo de tocar sus labios, incluso parecía haberme creado una nueva obsesión a ellos. Me di cuenta del estruendoso latido de mi corazón, y de cómo gritaba desbocadamente el nombre de Kendall .
Nos miramos por unos segundos y luego me atrajo hacía él, abrigándome entre sus brazos. Nuestros cuerpos se acoplaron de tal forma que parecían dos engranes hechos a la medida. Me sentía tan bien allí en sus brazos, mientras la lluvia nos envolvía de forma abrasadora.
-No me sueltes nunca-musité escondiendo mi cabeza entre su pecho.
-Nunca-prometió él.
Besó mis húmedos cabellos y me abrazó con más fuerza. Una dulzura tan intensa, una protección tan legítima, y un amor tan desmesurado era lo que su presencia me transmitía.