Me quedé muda, perpleja de su perfecta declaración; parecía como si me estuviese pidiendo matrimonio, y le regalé una sonrisa a la idea que se había producido en mi cabeza. ¿Matrimonio? Jamás me había visto a mi misma pensando en matrimonio, pero con Kendall la idea parecía incluso provocadora. Pero volví a la realidad.
-¿De verdad quieres de novia a una chica como yo? Imperfecta y torpe.
-Para mí eres perfecta, pero lo de torpe no te lo discuto-sonrió.
Le miré de mala gana por un segundo porque al siguiente su mirada me derritió.
-¿Dime entonces, me aceptas?
-Sí-dije y lo abracé aun con más fuerza y recosté de nuevo la cabeza sobre su pecho.
-¿Me creyeras si te dijera que soy la persona más feliz que pueda haber en este mundo? Por fin eres mía-me acarició los cabellos desde la raíz hasta la punta haciendo que esa corriente eléctrica me recorriera la espalda-Ya es tarde. Duerme, amor mío-besó mi cabeza de nuevo y volvió a recargarse sobre el respaldo de la cama, pero esta vez sus manos rodeaban mi cuerpo.
Tenía a mi Francis, no dentro de un sueño; sino en la realidad, velándolos. Tardé muy poco en perder la conciencia, con lo mucho que me encontraba cansada no se me dificultó en nada pegar los párpados. Me dormí abrazada de mi realidad mientras que el exquisito y dulce aroma de su cuerpo se metía por mi nariz cantando una canción de cuna dentro de mí.
Temía despertar y que todo hubiese sido un sueño. Pero entonces me sentí atada a su cuerpo y su aroma seguía bailando libremente por mi nariz, entonces el alivio se infiltró inundándome de paz. Sus dedos jugueteaban con mi cabello mientras que su vista se posaba en la ventana. Su semblante era tan tranquilo que de alguna forma me contagió.
-Buenos días-musité.
Él me miró y sus ojos destellaron de luz. Me sonrió.
-Buenos días-dijo con toda la magnificencia de su sonrisa.
-¿Qué hora es?-pregunté.
-No lo sé, quizá pasa de las ocho de la mañana pero aun no son las nueve-dijo mirando de nuevo hacía la ventana.
Me acomodé en la cabecera de la cama y él me soltó para que lo pudiera hacer. Miré su cabello despeinado, que brillaba con la tenue luz de los rayos de sol que se lograban escabullir por los orificios de la madera y por la ventana. Era tan perfecto, que no podía creer que fuera de verdad mío. De pronto me abrumó la realidad, ¡por supuesto que era mío! Y tenía que hacérselo saber a mis padres. Una nueva punzada me taladro la cabeza. Mis padres.Kendall notó mi tensión y me miró intrigado.
-¿Qué pasa?-quiso saber.
-Kendall…-no podía ni siquiera formular la idea en mi cabeza de las palabras tan pesimistas que sé que me darían mis progenitores.
-¿Qué ocurre, _____?-preguntó ahora con una leve nota de preocupación en su voz.
-Mis padres… ¿cómo les daré la noticia de que… tu y yo salimos?
-¿Tus padres? Pero, no están aquí-dijo aun sin comprender.
-No, pero en un mes vuelven.
Kendall percibió muy bien el miedo que me embargaba en ese instante y con una caricia en la mejilla trató de tranquilizarme.
-Tranquila, _____. No es para tanto, sólo les anunciarás que tienes novio. Malo si les dijeras que estás embarazada o algo por el estilo-se encogió de hombros.
Le dí una mirada asesina, para él no era gran cosa; pero para mí, quizá el fin del mundo.
-Kendall, no entiendes; mis padres son muy… sobre protectores-dije torciendo el gesto.