Lola y yo haríamos el desayuno al tercer día; y una vez más, auxiliadas por aquel libro; nos encontrábamos en la cocina.
-Hagamos esto de aquí-dije-ideal para dos inexpertas como nosotras-reí.
No era difícil, simplemente una pasta con alguno que otro complemento.
-Te noto extraña, ¿te ocurre algo?-preguntó Lola cautelosa.
Iba a decir que no, pero Lola me inspiraba tanta confianza y sabía que hablar con ella, quizá me ayudaría.
-En realidad…sí-musité como quien no quiere la cosa.
-Sabes que puedes contar conmigo para lo que sea, _____-me animó-Te escucho si eso te hace sentir mejor.
Sabía que Lola no lo hacía con la intención de buscar un chisme o de sofocar la curiosidad, sabía que a ella le importaba el cómo me encontraba yo. Entonces, el miedo se dispersó y un irrefrenable deseo por soltar todo me invadió. Decirle a Lola desde la “A” hasta la “Z”, todo lo que en ese momento me inquietaba.
-Ayer…-comencé vacilando-Ayer que fuimos al bosque. ¿Viste a Kendall y a Andrea como… muy juntos?-dije, estaba tan nerviosa de abordar ese tema que me dediqué a estudiar con atención las burbujas que el agua hervida soltaba entre la pasta.
Lola frunció el ceño.
-No te entiendo-musitó dejando de picar los pimientos y observándome.
-Bueno…-me esforzaba en encontrar las palabras adecuadas para abordar el asunto-Ayer que los vi, riendo y platicando… sentí algo extraño dentro de mí; quise estar yo, en vez de Andrea; quise que las sonrisas que a ella le regalaba, fueran para mí
Lola examinó con sus ojos verdes mi rostro, y después de un rato, comenzó a dibujarse sobre el suyo una sonrisa burlona.
-Ya veo-dijo y se giró para seguir picando el pimiento bicolor sobre la tabla. Aun mantenía esa sonrisa.
Busqué su cara con mi mirada en busca de que me diera la respuesta.
-¿Qué?-quise saber.
-Estás celosa-me contestó.
La respuesta me desconcertó. No era una sugerencia, sino una afirmación.
-¿Celosa? ¿De alguien como Kendall?-bufé.
-El chico es atractivo-se encogió de hombros.
-¡Es un odioso!-contradije.
-Odioso o no; es muy guapo. Acéptalo-me miró enarcando una ceja.
Suspiré. Ella tenía razón. Kendall tenía un rostro y cuerpo perfectos. Hice una mueca.
-¿Por qué dices que es un odioso? A mi me parece muy buena persona-musitó.
-Será buena persona con los demás; pero a mi me trata diferente, ¡no le agrado!-dije cansada de que nadie me diera la razón.
Lola se quedó pensativa por un rato.
-Mmm… no creo que no le agrades-dijo.
-¿En qué te basas para decir eso?-mascullé.
Terminó de picar los pimientos y dejó resbalar sobre la tabla el montón de cuadritos verdes y rojos en la casuela con aceite. Me miró.
-El día del viaje, cuando te quedaste dormida Kendall te notó inquieta por el frío y un poco incómoda por la forma en la que estabas acomodada. Se quitó la chaqueta, te recostó cuidadosamente sobre sus piernas, con suma delicadeza, casi como si fueras una frágil estatuilla de vidrio; y te cubrió con su chaqueta…-hizo una pausa-Te tuve envidia en ese momento-rió con franqueza-Así que, amiga mía; no creo que no le agrades. Si no le agradaras, no se hubiera preocupado por ti como lo hizo.