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Ranma ½ y todas sus situaciones y personajes son propiedad de Rumiko Takahashi.

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Todo el olvido está lleno de memoria

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«Doy lo que puedo

y no tengo vergüenza

del sentimiento».

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(XI)

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Ranma saltó el muro y entró en los terrenos del Instituto Furinkan con una Akane que se debatía en sus brazos. Corrió rápido hasta quedar a la sombra del edificio principal que proyectaba la luna.

¿Quieres quedarte quieta? —le pidió a Akane cuando por fin la dejó en el suelo. Ella ya empezaba a moverse para poder darle una patada.

¡¿Se puede saber qué te pasa? —exigió saber la chica mirándolo furiosa. Él solo agachó la cabeza, aceptando el aluvión de palabras que sabía que vendrían—. Desde que llegaste de tu dichoso viaje de entrenamiento esta mañana no me has hablado y cuando por fin te dignas a dirigirme la palabra ¡es para ordenarme que te acompañe! ¿Y qué ocurre? Pues que el señorito no entiende un «no» por respuesta y hace lo que le da la gana. ¿Te das cuenta del susto que me di cuando me tomaste así por sorpresa? ¡Podría haberte matado de un golpe, Ranma! ¿No podíamos por lo menos caminar como la gente normal? —terminó de decir resignada. Tomó aire para recuperarse.

Lo lamento —replicó Ranma todavía cabizbajo—. Es que tenía que ser así. No podíamos hablar en la casa, iba a aparecer alguien, nos espiarían y todo se iba a arruinar.

¿Qué pasa? —preguntó Akane frunciendo el ceño, prestando más atención. Se le formó una sensación en el estómago, ese presentimiento de malas noticias.

A-Akane... tú... —Ranma dio un pequeño paso hacia adelante y movió su mano izquierda para tomar la derecha de ella. La chica se congeló—. Tú... ¡tienes que casarte conmigo! —exclamó levantando la cabeza y mirándola a los ojos.

Al observar la sorpresa en la cara de la muchacha se dio cuenta de su exabrupto, así que agregó en voz más suave.

... Por favor.

Akane estaba estupefacta, y eso era poco todavía para describir su estado. Sentía la mano de su prometido temblar ligeramente en la suya y veía sus ojos bien abiertos, como pozos profundos cargados de sentimientos, oscurecidos por la sombra de la noche.

¿Qué... qué... ? —no había atinado siquiera a moverse. ¿Era una broma? ¿Era real? ¿Deseaba aquello o lo hacía porque obtendría algo a cambio? Sintió el cerebro seco de ideas y pensamientos—. ¿Por... por qué... ?

Ranma la acercó hacia él en un movimiento brusco y la abrazó, apretándola de forma muy poco romántica. Akane tenía los ojos abiertos al máximo, lo escuchó hablar con voz suave y entrecortada en su oído.

Escucha... presta atención porque... porque solo lo voy a decir una vez —tragó saliva y tomó aire apresurado—. No puedo... no puedo vivir sin ti... Todo el tiempo trato de empujarte lejos, pero vuelves a aparecer, sonriente o... o con ese gesto decidido, para ayudarme cuando más lo necesito. Lo intenté, de verdad, te juro que quise dejarte fuera de todos los problemas, pero aún así... aún cuando me fui a China y te dejé aquí ellos vinieron a buscarte y... —la apretó un poco más, con desesperación—. Pasaron cosas horribles y me sentí... Solo. Estaba vacío. Me di cuenta que si te pasaba algo entonces... nada, nada de lo que yo había hecho, o las cosas por las que vivía, nada tendría sentido... Entonces... es —se aclaró la garganta—... es necesario que te cases conmigo. Tengo que tenerte todo el tiempo cerca, tienes que estar donde pueda verte, tengo que saber que estás bien porque yo... yo te... —Ranma se detuvo, conteniendo el aliento, pensando que si hablaba el mundo a su alrededor iba a estallar. Akane abrió la boca, esperando que continuara hablando—. Akane yo... yo te quiero.

Todo el olvido está lleno de memoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora