Capítulo 4

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A pesar de habernos conocido un día antes, había llegado a tenerle confianza a Anthony, incluso podía decir que se había vuelto un buen amigo, tal vez mi mejor amigo en mi tiempo en esa escuela.

Estábamos en la cafetería, comiendo y platicando animadamente, riéndonos de cualquier nadería, después del almuerzo íbamos a tener una hora libre, pues el maestro de historia de la música se había reportado enfermo. Anthony dijo que tenía que hacer unas cosas en la biblioteca por lo que tenía que dejarme sola.

No me molestó en lo absoluto, pues yo también tenía planes, y esos eran ir a ese salón de música a tocar ese precioso piano, ya que hace un día me había quedado con las ganas.

En cuanto Anthony se alejó rumbo a la biblioteca yo me dirigí al salón al que había entrado el día anterior, me aseguré de que estuviera vacío y entré.

Me acerqué cautelosa al piano y acaricié las teclas, me senté en el banquillo y comencé a tocar.

Mis dedos bailaron por las teclas inundando el salón de aquél bello sonido.

Cerré los ojos por inercia y dejé que mis manos tomaran el control de todo, la música embriagaba mis sentidos y sentía que en cualquier momento iba a empezar a llorar.

Terminé de tocar la pieza, y mantuve los ojos cerrados por unos segundos más, cuando los abrí me quedé pasmada y mis mejillas brillaron como rubíes.

El profesor Phantom yacía sentado en una silla casi justo enfrente del piano, me miraba con una sonrisa en la que no alcanzaba a mostrar los dientes y podía notar sus ojos cristalizados.

—Perdoname— dijo, su voz parecía más grave, se aclaró la garganta y continuó —no quería interrumpirte.

—No se preocupe, no me interrumpió— le dije intentando calmarme. Era una tontería, en mi trabajo muchas personas me veían cantar, ahora estaba temblando como un chihuahua frente a una persona.

—Ni siquiera notaste cuando entré ¿No es así?

Asentí.

—Impresionante— exclamó más para sí mismo que para mí.

Yo sonreí tímida.

—Tocas bien— me halago.

—Gracias— que un maestro te diga eso es una satisfacción enorme, así es como me sentía en ese momento, gratamente satisfecha —¿En qué momento entró?— cuestione, en ningún momento había escuchado la puerta abrirse, o la silla siendo arrastrada para sentarse.

—No lo sé, ibas como en la mitad de la canción, iba caminando por el pasillo y escuché la música, quise entrar a ver quién tocaba... Elizabeth ¿Quién te enseñó a tocar así?— se acercó un poco más al piano, recargandose en él, yo tomé aire antes de contestar.

—Nadie en realidad, aprendí sóla, en tutoriales de YouTube, por oído, no tuve maestro, mi mamá odiaba que yo quisiera dedicarme a esto, y a pesar de que a mi papá le fascinaba la idea, él no sabía tocar ningún instrumento, aunque su voz era realmente buena, él me compró mi primer teclado...lo conservo hasta la fecha— mis ojos se cristalizaron y una lágrima rodó por mi mejilla al recordar a mi papá, realmente lo extrañaba.

El profesor se acercó a mí y puso su dedo en mi mejilla, secando la lágrima, fue un gesto enternecedor para mí, que a dos días de conocernos él ya estuviera, de cierta manera, preocupado por mí.

Las Notas Del CorazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora