Capítulo 19

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Una eternidad ha transcurrido desde que me recosté en la cama. He visto el atardecer, después el anochecer; debo llevar horas aquí. El estómago arde luego de vomitar sin haber comido mucho durante el día, la cabeza me palpita como si en cualquier momento fuera a explotar.

Me siento muy débil, cansada, pero no logro dormir. Tal vez es mejor, así no regresan las pesadillas durante el sueño.

Mi cabello se deslavó, ya no es azul, sino un extraño tono verdoso; pasé demasiado tiempo acurrucada bajo el agua caliente. La piel donde restregué la esponja me escuece, no me percaté de lo que hacía hasta que el dolor me hizo recordar que fue Dimas quien me tocó, que Camila me protegió siempre de papá. Ella solía tallarse con fuerza hasta que papá a regañó, pues le llamaron del colegio al verle la piel irritada.

A veces me preguntó qué habría pasado si Camila le hubiera contado a alguien lo que pasó. La mandaron a llamar muchas veces por el psicólogo de la escuela, pero siempre aparentó una fría indiferencia que la hacía parecer una rebelde perdida.

Dimas debe creer que estoy loca por reaccionar así. Las chicas no suelen actuar de esta forma ante un rechazo, yo simplemente perdí el control. Una chica normal se habría marchado con dignidad, tal vez luego de decirle hasta de lo que iba a morir o no lo sé; no sé cómo es ser normal.

Escucho la voz de Henrik en la sala, creo que habla con alguien. Sus pasos se acercan hasta mi puerta donde golpea un par de veces.

—¿Estás ahí, Cristal?

He llorado hasta gritar bajo el agua con los ojos fijos en el color azul que se escurría través del desagüe. No tengo voz para contestarle desde la cama, no quiero preocuparlo.

Me incorporo con las sienes recibiendo un par de fuertes latigazos de dolor. Mis pasos son torpes, incluso girar el picaporte requiere el uso de todas mis fuerzas.

—¿Estabas durmiendo?

La luz que proviene de la sala irrita mis ojos.

—Sí.

—¿Qué le pasó a tu voz? —pregunta preocupado, nota que planeo quedarme con la puerta entreabierta—. ¿Estás enferma? ¿Quieres ir al médico?

—Estoy bien.

Henrik mira hacia el pasillo.

—Otra vez dejaste el bolso en el suelo —sonríe y acomoda un mechón del sedoso cabello rubio detrás de la oreja—. Se ha descargado la batería de tu celular.

Me entrega el aparato y, al extender la mano, me detiene de la muñeca. Ni si quiera me quedan fuerzas para sobresaltarme o apartarlo.

—¿Por qué está irritada tu piel?

Debe tener una visión mucho mejor que la mía para distinguir la irritación con la luz que llega de la sala... o mi piel está muy mal.

—Me lastimé.

La Melodía de Cristal 1 - AllegrettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora