Capítulo 22

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Acabo de descubrir que puedo agregar el boliche a la lista de las cosas en la que soy mala. La bola no va en línea recta sin importar todos los consejos de Dimas; incluso las niñas que juegan a mi lado pueden hacerlo mejor.

—Podemos pedir que coloquen los rieles.

Dimas me observa desde nuestra mesa con una tierna sonrisa y cierto brillo en los ojos que no ha perdido desde que nos vimos. Ha cumplido su promesa de la cita informal, me invitó al boliche.

—¿Rieles? —pregunto al recordar que puedo hablar—. ¿Cuáles rieles?

—Como esas —Señala la fila del lado donde las niñas juegan con unos rieles evitando que la bola se salga del camino.

—No lo creo...—Suficiente vergüenza estoy soportando como para usar los rieles—. Soy realmente mala, pero tú eres muy bueno.

Regreso a mi asiento frente a la mesa.

—No eres tan mala —me sonríe—, yo tampoco soy muy bueno. Sólo necesitas práctica.

Dimas está vestido de la forma casual de siempre; aun así, me parece el hombre más atractivo que he visto en mi vida. Tiene una playera blanca que se ajusta un poco a sus músculos y un pantalón negro resbalado sobre la cadera. La mayoría de sus rizos están controlados en una pequeña coleta y sus ojos poseen un brillo mágico, podría pasarme la noche contemplándolos sin aburrirme.

—Aura y yo solíamos venir bastante.

Y ahí quedó mi sueño momentáneo.

—Disculpa, no quise incomodarte... —murmura.

Me encojo de hombros intentando fingir una sonrisa.

—Yo también comento cosas sobre Mike.

Pero no tanto.

—Está bien —añado.

Dimas no consigue disimular la pena por mencionar a su ex novia. Quizá si fuera la primera vez de la velada podría fingir mejor, pero he escuchado el nombre de Aura más que el mío desde que salimos del ensayo.

Aura prefería que me estacionara lejos porque temía que golpeen mi automóvil, fue uno de esos comentarios. Aura y yo nos escapábamos de clases para venir, otro. Enseñé a Aura a jugar, uno de los últimos que me dijo.

Simplemente no puede sacársela de la cabeza por mucho rato, ella tampoco permite que lo haga. Por la tarde le encontré a Dimas esa misma sonrisa tierna que descubrí en Aura la noche anterior, supe que se estaban enviando mensajes. Los amigos se envían mensajes, claro, pero no puedo parar de pensar en la mirada que nos dirigió la escritora.

Cruzo la mirada, de forma accidental, con un par de chicos unas tres mesas por delante de nosotros, uno de ellos me sonríe. Me reprendo por bajar la guardia, suelo evitar cualquier tipo de contacto visual.

La Melodía de Cristal 1 - AllegrettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora