Capítulo 36

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Después de aquella vez en que respondí por accidente el celular de Dimas, hemos decidido dejar los Smartphone en lados diferentes de la cama; por lo que sé que es el suyo el que ha recibido tres llamadas continúas sin que Dimas decida despertar para contestar.

—Es el tuyo —dice abrazándome por la espalda—. Contesta.

—De hecho, es el tuyo.

Se queja sobre mi oído y murmura algo que no comprendo, un segundo después se duerme.

La melodía de su celular se detiene, vuelvo a acurrucarme entre sus brazos. Dimas suspira al sentirme rozar su cuerpo y me abraza con más fuerza, me costará volver a dormirme.

—Eres muy suavecita —musita despacio.

Intento no moverme, eso lo ha dicho más dormido que despierto. He descubierto que habla cuando se está quedando dormido, suele decirme cosas así.

El teléfono de la habitación nos sobresalta y, por fin, Dimas se incorpora sobre la cama palpando a tientas en la oscuridad.

—¿Qué hora es? —inquiere.

Pero estoy tan perdida como él intentando encontrar mi celular.

—¿Qué? —pregunta al mismo tiempo en el que enciendo la luz de la lámpara, ya tiene el auricular pegado a la oreja—. ¿Ah? ¿En dónde estás?

Se frota los ojos con pereza, parece muy confundido.

—¿Qué día es hoy? Ya sé que después de la medianoche empieza otro día —bosteza—. Ajá... ¿Estás aquí? ¿Qué hora es? Pide las llaves en recepción —otro bostezo—. Tengo sueño... ¿Cómo que no están registrados? —se da un golpecito en la frente y se levanta de un brinco de la cama—. Perdón, lo olvidé... No grites, Aura. No estoy sordo... Ajá, sí... En un momento voy.

Dimas se pasea desnudo por la habitación hasta que encuentra su ropa y comienza a vestirse. Se mira en el espejo, desiste de intentar arreglar su cabello. Termina de colocarse las pantuflas con el logotipo del hotel y, entonces, me mira.

—Olvidé registrarlos en el hotel —me explica—. ¿Estás bien?

No lo sé.

—Sí...

—¿Segura?

Se sienta a mi lado en la cama y acaricia mi mejilla.

—¿Quieres que te acompañe?

Di que sí.

—No es necesario —responde con una sonrisa—. No tardo...

Sostengo su muñeca cuando se levanta en un intento desesperado de que no se vaya, temo que cuando la vea cambie, que regrese alguien diferente al que ha dormido conmigo estos días.

—¿Cristy?

—Disculpa.

Rompo el agarre, parece que me dirá algo más cuando su celular recibe otra llamada de Aura.

—Ya voy —ríe—. Eres muy desesperada... Sí, sí...

Continúa hablando mientras sale de la habitación y, cuando cierra la puerta, me quedo en un abrumador silencio que se convierte en un molesto pitido en mis oídos.

Hace apenas un día que Dimas conoce sobre esas repentinas amnesias y ya ha cambiado un poco. Creo que me vigila temiendo que algo me suceda, he tenido que obligarme a no sumergirme demasiado en mis pensamientos, de inmediato cree que estoy atravesando uno de esos lapsos de amnesia.

La Melodía de Cristal 1 - AllegrettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora