Capítulo 4

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La primera mañana que encontré a Henrik vestido solamente con una vieja bermuda, regresé corriendo a la habitación y le grité que se colocara una playera. Su novio y él se burlaron de mi reacción durante una hora. Sin embargo, la escena se ha repetido todas las mañanas, así que ya ignoro su torso desnudo al dirigirme por el cereal en la alacena.

—¿Hoy no vas a gritar?

—No.

—Ya desarrolló inmunidad —dice Paolo sentado en el sofá mientras mira la televisión—. Así ya no será divertido.

Enarco ambas cejas, Paolo me mira sobre el hombro con una amplia sonrisa.

—Perdón, pero no conozco a nadie que pueda ruborizarse tanto y en tan poco tiempo.

—No has visto nada —murmuro.

Henrik me pasa la caja de leche, sirvo un poco en mi tazón con cereal de chocolate. Podría vivir comiendo chocolate, creo que de esa forma sí podría comer un poco más.

—¿Sabes lo que dicen en las redes sociales?

—No.

Solamente las uso para lo indispensable, Mike me ha enseñado lo importante que es el internet para darse a conocer como músico. Si te mantienes o no ya dependerá de tu talento.

—¿No las has leído? —inquiere el bajista—. Cuéntale.

El rubio se elabora un chongo algo despeinado a una velocidad asombrosa, deja caer unos cuantos mechones. Es como ver a uno de esos modelos en un póster de una tienda departamental.

—Mira, se está sonrojando —dice Henrik—. Eres muy tierna.

—¿Qué dicen en las redes sociales? —les recuerdo, apenada.

—Ah, sí... —sonríe—. Que tú y yo somos la definición de perfección.

—¿Tú y yo cómo?

—Como pareja —dice como si le explicara a una tonta—. Creen que somos novios.

—¡Se está sonrojando! —exclama Paolo al llegar al lado de su novio—. ¿Cómo puedes hacerlo tan rápido?

—¿Mike lo sabe?

—Sí, está encantado —me confiesa. No disimulo la sorpresa, no me ha dicho nada en las decenas de llamadas telefónicas que hemos tenido en los casi cuatro días que llevo en la ciudad—. Dice que así nadie se te acercará sin que me entere.

—¿Y no te incomoda? —le pregunto a Paolo.

El chico mira a su novio y luego a mí.

—Mientras no sea verdad.

—No lo es —recalco.

—Entonces, no. Me agrada que Henrik tenga compañía en casa.

Sorprendentemente me espantó encontrarme a Henrik sin camisa, pero no me incomoda verlos besarse. Incluso creo que los observo más de lo adecuado, me tengo que recordar que no es un programa de televisión, así que me voy hacia la sala.

La Melodía de Cristal 1 - AllegrettoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora