CAPÍTULO 2

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Despierto algo desorientada y con un dolor increíble de cabeza. Me llevo las manos a la cabeza y me masajeo la frente. Me siento y observo donde estoy. No reconozco nada. Me froto los ojos e intento ubicarme. Estoy sobre una cama bastante grande con sábanas de tonos grises. La habitación parece de un hotel ya que hay maletas en la esquina de la habitación y no veo objetos personales. 

Me duele bastante el labio por la bofetada que me dieron ayer. Me acaricio esa zona, pero solo tengo un corte. Recuerdos de la noche anterior me vienen a la cabeza. Bebí demasiado. Me destapo y veo que sigo con el vestido de ayer, pero la chaqueta y los tacones están encima de una silla. 

Salgo de mis pensamientos cuando se abre una puerta y yo dirijo mi mirada en esa dirección. El chico que me salvo ayer, el chico de los ojos ámbar. Dios mío, solo lleva una toalla al rededor de su cintura, que deja a la vista sus abdominales cubiertos con bastantes tatuajes.  Tiene gotas de agua bajándole por ella. Y yo me lo estoy comiendo con la mirada.

Casi se te cae la baba mirándolo.

¿Y tú quién eres ?

Tu consciencia.

Genial, ahora hablo yo sola. Me estoy volviendo loca, o la noche de ayer me afecto mucho.

 -¿Que tal has dormido? -pregunta el dios griego entrando a la habitación-¿te duele mucho la cabeza? 

Yo lo miro unos segundos sin responder, procesando donde estoy y con quien. Mi boca y mi cerebro parecen no conectarse.

 -Bien, -balbuceo como puedo- la cabeza me bueno un poco. -me mira levantando una ceja- Vale, está bien, me está matando. Siento como si un circo de animales estuvieran dentro de mi cabeza.

El ríe y me acerca un vaso de agua y una pastilla. Yo la acepto y le agradezco con una sonrisa. No se si hago bien aceptando todo esto de un completo extraño, pero fue el quién me salvo ayer. No creo que quiera hacerme algo malo. O eso espero.

 -Voy a cambiarme ahora vengo. -me informa.

Coge ropa de un pequeño armario y se da la vuelta para ir hacia el baño. Joder. Que espalda. Es ancha y puro músculo. Y hay es cuando caigo que no tengo idea de quién es, ni se como he llegado aquí.

Fácil te trajo él cuando te salvo y tú te desmayaste.

Maldita conciencia, pero tiene razón, no se donde estoy. Madre mía. ¿Como estarán Max, Blake y Lucinda? 

El hombre, que le hecho yo unos veintitrés años, sale vestido con unos vaqueros rasgados en las rodillas negros, una camiseta estrecha negra con adornos blancos que hace que se le marquen los abdominales. Otra vez estoy babeando.

 -¿Como te llamas? -pregunto yo.

Se esta volviendo incómodo el ambiente. 

 -Luke. ¿Tu? -responde, su voz es grave y varonil, y sus ojos no se apartan de mí.

 -Becky. -me presento- Quería darte las gracias por salvarme ayer.

 -No es nada. -me muestra una pequeña sonrisa.

Se cruza de brazos y se apoya en la pared. Durante unos segundos nuestras miradas no pierden contactos. Por un momento solo existen sus ojos en mi mundo. Siento una atracción hacia él, algo que me llama y me atrae. Es extraño. 

 -Vale, esto...yo...-balbuceo, intentando decir algo coherente, y fracasando en el intento- yo tengo que irme ya. -aunque me gustaría estar mirándolo todo el día- Gracias por salvarme.

Me paso las manos por el pelo y me levanto de la cama. Escucho un rugido a unos pasos de mí, que vienen de él.

 -Tu no te vas a ningún lado -¿que mierda le pasa a ese tío en la cabeza?

Tu mi Alfa, yo tu Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora