CAPÍTULO 6

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Al día siguiente me levanto tarde y tengo que hacerlo todo corriendo para llegar a tiempo a la universidad. Aunque cuando llego las clases llevan empezadas más de diez minutos. Suspiro, ya no entrare a primera hora.

Antes eras más rebelde.

Antes competía en peleas clandestinas y ya no, y estoy tan feliz como una perdiz.

Echas de menos las peleas clandestinas.

No.

Si, echas de menos pegar puñetazos, toda la adrenalina...

¡Que no!

Si.

Estoy delirando. Hablo sola. Miro la hora y falta aún medían hora para que acabe la primera clase. Pienso en lo que me ha dicho mi conciencia, aunque mi conciencia soy yo misma, es decir lo que me he dicho yo misma. Cada vez estoy peor y es verdad antes era más rebelde. Ahora soy una vieja aburrida.

No eres vieja solo una mujer a m a r g a d a.

Ahora me siento mejor, gracias.

Salgo del instituto y me dirijo a una pequeña tienda unas calles más abajo. Entro y compro, globos, colorante, chinchetas, papeles y un rotulador permanente. Pago y me dirijo de nuevo al instituto. Faltan quince minutos para que termine la primera clase. Cojo los papeles y dibujo cosas como:

Sra. amargada : María de las Gonzales. (Profesora de lengua)

Sr. gilipollas: Gonzalo Domínguez. (Profesor de Matemáticas)

Y así con todos los profesores. Y no es que lo haga solo por la broma, todos tienen su apodo según su personalidad. Pegue todos los carteles en las puertas y salí corriendo al despacho del director con los globos llenos de agua con colorante y los enganche a la puerta de su oficina. Así en cuanto saliese de su despacho, por el ajetreo que van a formar cuando lean los carteles, se le caerán en cima, tintándose toda la piel y su ropa.

La broma es algo infantil, pero es que siempre me ha encantado hacer bromas y en este curso no he hecho ninguna, y esta a punto de acabar.

Al cabo de unos minutos suena la campana, y yo a una distancia prudencial, para no parecer sospechosa aunque lo soy, miro a los alumnos. Todos salen tranquilamente hasta que ven lo que he hecho. Empiezan a reír y gritar cosas señalando los carteles. Pronto los profesores salen y se quedan atónitos, no pueden creer lo que ven. Yo no puedo parar de reír mientras observo la situación, todo es demasiado cómico. Parece una escena de película graciosa mala.

Veo como Max, Lucinda y Blake salen de clase y buscan porque hay tanto alboroto, hasta que ven los carteles y empiezan a reír, aunque todavía no ha llegado la mejor parte. Pienso seriamente en que tengo que madurar, tengo veintiún años y sigo haciendo estas cosas, pero un poco de diversión hace falta en esta vida. Se supone que los profesores están para ayudarte y educarte, pero eso solo lo hacen unos pocos, porque aquí todos son iguales, exceptuando algunos que si son buenos profesores, de esos que te hacen ver la asignatura de otra manera, y acabas hasta interesándote en ella.

Los chicos cuando me ven se acercan a mi.

-¿Has sido tu? -preguntan todos.

¿De verdad soy tan obvia? Seguramente la respuesta sea un rotundo sí, pero yo no soy quien para responder mis propias preguntas.

Yo asiento, poniendo la carita de soy la chica más buena del mundo.

Ello se no paran de reír al igual que yo. En realidad, hay que admitirlo, ha sido gracioso.

Tu mi Alfa, yo tu Luna Donde viven las historias. Descúbrelo ahora