Capítulo 8 - Padre

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"Él quería comerse el mundo,

pero el mundo acabó comiéndoselo a él."

Aparco el coche en la puerta del garaje de mi abuelo.

– ¿Cómo está mi niña preferida? – viene corriendo a mi y me envuelve en un gran abrazo. Yo me dejo abrazar por él, estoy reventada.

– Cansada – me dejo caer en sus brazos y aspiro su aroma a menta. Le he echado de menos.

Agarra mi maleta con su mano, y el brazo libre lo pasa por mis hombros. Voy hacia la puerta de casa y veo a Rose allí. Me acerco a ella y le doy un pequeño abrazo.

– ¿Cómo ha ido el viaje, cariño?

– Bien, algo largo, pero bien – son tres horas y media en coche hasta Jeffersontown, el pueblo en el que nací, pero no me importa hacerlas para venir a verlos a ellos dos.

Paso a dentro de la casa y voy a la habitación que hay en la planta baja, dejo la maleta allí. Después de eso me dirijo al sofá y me dejo caer en él, al lado de mi abuelo. Él está sentado, fumándose un cigarro mientras mira la televisión. Es un hombre joven, sólo tiene cincuenta y seis años. Es como mi padre. Tuvo a mi padre con quince, y mis padres nos tuvieron a mi y a mi hermano siendo también muy jóvenes. Cuando mi abuelo apenas tenía treinta y tres años nací yo, así que imaginaos.

– ¿Cómo has estado, cariño?

– Bien, el trabajo me tiene algo ajetreada, pero no me puedo quejar – me encojo de hombros. Al fin y al cabo, estoy trabajando de lo que me gusta.

Hacía cerca de seis meses que no venía a Jeffersontown. Tengo que admitir que no me gusta mucho venir aquí, hay demasiados recuerdos agazapados en estas cuatro paredes. Es la casa en la que pasé mi infancia, y también es la casa de la cual me echaron a los doce años.

– ¿Te apetece cenar pasta, Skye? – oigo la voz de Rose en la cocina.

– Cualquier cosa que cocines tú sabrá a gloria, ya lo sabes – oigo su risita y sonrío.

– A ver si aprendes tú a cocinar como ella – me entrega una cerveza y brindo con él antes de pegarle el primer trago.

– Ya sabes que eso es misión imposible, cocino igual de mal que tú – a él se le escapa la risa al oírme decir eso.

– Se lleva en los genes.

Cuando me acabo la cerveza voy a la cocina e intento ayudar, en la medida de lo posible, a Rose a preparar la cena. Sólo son las siete pero ella ya se ha puesto manos a la obra. Estoy apoyada en la encimera mientras ella pica la verdura.

– ¿Qué tal por Columbus?

– Muy bien, ya sabes, trabajando y eso.

Ella mira hacia la puerta, me giro a mirar hacia allí también, el abuelo está embobado viendo Walker Texas Ranger, es su serie favorita desde que tengo conciencia. Ella se acerca a la puerta, y la cierra con cuidado, sin hacer demasiado ruido, ¿qué pasa? Enarco una ceja y la miro sin entender del todo de qué va todo esto. Suspira y se sacude las manos en el delantal.

– Tu padre ha solicitado la condicional – mis cejas se levantan con sorpresa, definitivamente, eso no me lo esperaba.

No sé qué cara debo de tener ahora mismo, pero Rose me está mirando con preocupación. Siento como si todo mi mundo se tambaleara, ¿la condicional? ¿En serio? Me apoyo sin ningún cuidado en la pared y suelto un suspiro contenido. No. No. Me niego. No pueden darle la condicional, eso es imposible.

My MorphineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora