"Puedes perder diamantes por ir recogiendo piedras".
Todos mis músculos están agarrotados, el simple hecho de abrir mis ojos me hace querer llorar de lo que me duele la cabeza.
Abro los ojos y descubro el pastel.
Mi vista está borrosa y me cuesta enfocar, hay cientos de luces blancas apuntándome y empiezo a respirar con rapidez, demasiado nerviosa, al darme cuenta de que estoy una habitación de hospital rodeada de desconocidos.
– Tranquila, tranquila Skye – veo como un chico chasquea los dedos delante de mí y parpadeo.
Tengo en la boca una máquina que me ayuda a respirar y me la quiero quitar, pero tengo hormigueo en los brazos y las piernas, no puedo moverme, es como si se me hubieran dormido los cuatro a la vez.
– ¿Puedes verme? ¿Puedes oírme? – pregunta ese chico.
Lleva una mascarilla en la boca y una especie de gorro en la cabeza. Mi respiración sigue yendo cada vez más rápido. Estoy asustada.
– Respuesta ocular correcta – giro mi cabeza, jadeante, hacia la otra voz que ha aparecido. Es una mujer que está apuntando algo en una libreta.
Llevo mis manos a la mascarilla para quitármela ya que parece que están empezando a despertar, pero las manos de ese chico me frenan. Sostiene las mías con las suyas y evita que me quite la mascarilla. Quiero que me suelte e irme a mi casa.
– Sédala, está muy nerviosa.
La mujer asiente ante lo que él dice y yo abro mucho los ojos. Quiero decirle que no, que no lo haga, que como lo haga le denunciaré, le pegaré o algo de eso. Pero él sigue reteniendo mis manos y no puedo hacer nada más que negar con la cabeza, hasta que siento como mis manos vuelven a perder fuerza y caen, poco a poco, muertas. Miro al chico y siento como mis ojos pesan hasta que se cierran de nuevo.
Mis ojos se abren de golpe, de nuevo, el panorama es muy diferente a lo de antes. Miro a izquierda y derecha. Una luz natural entra por la ventana y me desperezo. Ya no tengo la máquina en la boca y puedo mover los brazos y las piernas con normalidad. Excepto el costado, que me pega pinchazos cada vez que me muevo un poco.
Me siento con cuidado en la cama y creo ver las estrellas, ¿qué coño me ha pasado ahí? Levanto un poco la bata de hospital y veo como tengo una venda que me recubre el costado derecho. Tengo arañazos en la mano izquierda y puntos en la derecha, igual que en el brazo. Joder. Llevo mi mano a la cabeza y cierro los ojos. El accidente.
Estoy sola en la habitación. Intentando rememorar algo, pero de lo único que me acuerdo es cuando salí volando de la moto. Madre mía, ¡Bryant! ¿Estará él bien? ¿Y la gente del coche con el que chocamos? ¿Quién me mandaría a mi hacer semejante tontería?
Miro alrededor, no hay ni rastro de mi ropa ni de mis cosas. No es que me afecte estar sola, las únicas dos veces que me han hospitalizado las pasé sola, mi abuelo no podía venir a verme. Pero me siento mal, me gustaría que alguien estuviera aquí conmigo.
La puerta se abre y veo como la cabeza de una chica joven se cuela en el interior. Va vestida de blanco como una enfermera, es bajita y regordeta, pero su sonrisa me tranquiliza.
– Hola, ya veo que estás mejor – la miro, sin saber qué decir, me tapo bien con la bata del hospital y ella se acerca a mí – ¿Cómo te encuentras, Skye?
– Bien. Me duele el costado.
Ella asiente y me toma el pulso, después me toma la tensión y hace algo con una linterna delante de mis ojos. Parpadeo un par de veces con fuerza y ella apunta algo en una especie de libreta que lleva encima.
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My Morphine
Romance- Pareces... intoxicado. - Sí, quién sabe. Siento cómo si estuviera drogado cuando estoy contigo; no es que me meta o esnife, ni nada de eso. A no ser que tú lo seas, que tú seas una, o todas las drogas, cada una de ellas. En ese caso sí que me drog...