El día siguiente, sábado, mi hermano se encargó de despertarme personalmente. Cuando comprobé la hora en el reloj que descansaba sobre la mesita de noche: eran las seis de la mañana y, a decir verdad, no tenía ningunas ganas de participar en lo que fuera que quisiera mi hermano que hiciéramos. Me tapé con las mantas, esperando que mi hermano captara la indirecta, y Carin tiró de ellas con violencia, casi tirándome a mí al suelo.
-Vamos, arriba –me ordenó.
Me tapé la cara con las manos y solté un gruñido. ¿Qué monstruo sin alma despierta un sábado a alguien para Dios sabe qué? Ah, sí: mi hermano.
-¿Qué coño quieres ahora, Carin? –le pregunté y la voz me salió ahogada debido a que aún cubría mi cara con las manos-. ¡Son las seis de la mañana!
Noté que mi hermano se removía un poco.
-Hoy vamos a pasar el día fuera –me respondió y percibí un ligero tono de duda en la voz. Y, cuando mi hermano dudaba, no significaba nada bueno.
Retiré las manos de mi rostro y observé a Carin, que me observaba con los brazos cruzados sobre el pecho. ¿Os había comentado que los licántropos teníamos una excelente vista, incluso en la oscuridad? ¿No? Bueno, pues gracias a la visión súper-desarrollada que nos había concedido la evolución podía ver que llevaba puesto un atuendo que me daba la pista de que, cuando se refería a pasar «el día fuera», significaba que íbamos a internarnos de nuevo en los bosques.
-No.
Mi hermano enarcó una ceja ante mi rápida e imprevisible negativa.
-Nadie ha pedido tu opinión, Chase –respondió y volvió a adoptar su tono duro-. Ve, date una ducha y te espero en la cocina. Tienes quince minutos –me advirtió, en un tono amenazador.
No pude evitar preguntarme qué sucedería si me negaba a bajar en ese tiempo y si Carin se atrevería a irrumpir, por ejemplo, en el baño y sacarme de la ducha para que pudiéramos llegar a tiempo a la cita que mi hermano me tenía preparada. Mi hermano se quedó en la puerta, esperando a que me pusiera en pie y me ponía en marcha; me levanté de la cama de mala gana y salí con él de mi habitación. Me dirigí al baño mientras Carin bajaba las escaleras, en dirección a la cocina.
Me encerré en el baño, aunque sabía que, si mi hermano quería entrar, la puerta no se lo iba a impedir porque estaba rota. Me miré en el espejo y me froté las mejillas con fuerza, intentando despertarme del todo; la idea de que mi hermano estaba tramando algo a mis espaldas flotaba por mi mente. El problema es que no sabía qué era exactamente lo que tenía pensado aunque, estaba claro, que nada bueno.
Abrí el grifo de la ducha y me senté sobre el inodoro, escondiendo la cabeza entre las manos de nuevo. Recordaba la fuerte bronca que habíamos tenido anoche y lo cerca que había estado de confesarle que había encontrado a mi verdadera compañera en Mina Seling; si lo hubiera hecho, habría cometido un error garrafal y habría convertido a Mina en un foco directo de la manada. Recordé la pesadilla y cómo Mina me había avisado que todo aquello, el hecho de que estuviéramos juntos, desembocaría en un gran desastre. Me obligué a pensar en la cita que teníamos ese viernes y en qué podía hacer para que se lo pasara bien.
Me metí bajo el chorro de la ducha y me quedé allí, quieto. A pesar del ruido de la ducha, podía escuchar a mi hermano en la cocina y a mi madre en su habitación, durmiendo plácidamente. ¿Por qué no podía estar yo también durmiendo?
Me duché a toda prisa, temiendo que mi hermano irrumpiera en el baño y arrancara las cortinas como había hecho con mis mantas, y me vestí con lo primero que pillé encima de la cama. Cuando bajé a la cocina, Carin ya tenía una taza de café en las manos y parecía una versión masculina de mamá; ocupé una silla y acepté obedientemente la taza que me tendía Carin.
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Growl. (Saga Wolf #2.)
WerewolfMi nombre es Chase Whitman. Y sí, por desgracia, soy un licántropo. Vivo en un pueblecito perdido en Virgina llamado Blackstone; la gente no sabe que vive rodeado de licántropos y cazadores, familias de personas que se encargan de vigilar nuestro se...