❛OO1. red valerian

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Esta tarde casi muero.

Sí, ¡casi muero!

Por un lado debo admitir que fue mi culpa, pero tampoco hay que olvidar que en parte fue error de la sacerdotisa esa extraña que llegó al pueblo en la mañana anterior.

No soy un adolescente muy religioso, a pesar de que vengo de una familia católica. Sin embargo, me tocó ir a la iglesia hoy, no para atender a la Misa sabatina, sino para ayudar a reparar unas cosillas que la triste capilla vieja 一tan vieja como el pueblo mismo一 se le habían derrumbado.

一Ten cuidado一me dijo mi compañero mientras sostenía la escalera por sus patas一. No mires abajo.

Detesto que digan eso. Solo hará que las ansias suban e inevitablemente termine mirando hacia el suelo. Ya llevaba unos veinte escalones cuando me dio por sucumbir a mi estupidez. Sí, miré abajo y me volví consciente de la distancia entre yo y los mosaicos crema. Mi amigo estaba viéndome desde el final de la escalera y gestionó con su cabeza.

一Rápido, Chan. ¡No tenemos toda la tarde!一se queja impacientemente, sus brazos algo temblorosos.

一Deja de chillar, Juho. Esto no se puede hacer con apuro一terminaba de hacer el nudo del hilo de la decoración que cruzaba a lo largo de todo el altar一. Todavía falta atar el otro extremo.

一Esto es lo que ocurre cuando no trabajas rápido. Hubieramos terminado hace horas.

一Ahem一una tercera persona se nos une. Me abstengo de dirigir mi mirada hacia abajo nuevamente, ya pasé suficiente mal rato. Me tengo que contentar con escuchar一. Juho, el coordinador desea hablar contigo. Te espera en la sacristía.

一Espera, Juho一interrumpo antes de que susodicho pueda retirararse一. Aguanta a que acabe con esto aquí. Recién me percato de que me pasé de la marca, hay que mover la escalera.

一¡Oh, no jodas!一un repentino silencio poco después de haber maldecido一. Perdone, sacerdotisa. En seguida voy.

Un sentimiento de soledad y temor se aferra a mis entrañas al caer en cuenta de que no hay nadie sosteniendo la escalera y tengo que bajar. Me cuesta tragar y con duda me forzo a mirar nuevamente al piso lejos de mí.

一¿Quién es usted?一inquirí, observando a una chica que se encontraba sentada, quien parecía estar escribiendo algo en un diario. Ella se dirige hacia mí, permitiéndome notar mejor su apariencia.

一Recién llegué ayer. Soy la nueva sacerdotisa, me puede decir Alaska一se presenta con firmeza. Hay algo sospechoso en ella. Y no me refiero a los rumores que estallaron hace un día, sino sus características: demasiado joven para ser una sacerdotisa. O es de ese tipo de personas que parecen más joven de lo que en realidad son, o mintió sobre su edad.

一Gusto en conocerla, erm...Por favor, sostenga la escalera. Necesito bajar.

Alaska parpadea un par de veces y sin responder nada, se vuelve a sentar, retomando sea lo que sea que estaba escribiendo. ¿A caso no me escuchó?

一No es mi trabajo一por fin responde cuando estoy por repetirle que me ayude. Ante esa respuesta, no puedo evitar enterrar mis uñas en la madera de la escalera por la irritación.

一Usted no entiende, necesito que alguien sostenga la escalera mientras desciendo o sino corro el riesgo de irme a la mierda一no me importa que sea una sacerdotisa o cuál es su rango aquí. Si no lo va a entender de forma amigable, pues a la verga todo. ¿Qué me va hacer? ¿Quemarme en el infierno?

Una de sus manos alcanzan uno de sus mechones ondulados y lo enrolla al rededor de su dedo, pareciendo desinteresada.

Bien, si me rompo un hueso, la culpable va ser ella.

Ya estaba a la mitad de la escalera cuando ella, sin lugar a cuentas, se levanta y se posiciona al final de la escalera, sosteniendo las patas. 一Está bien, te ayudaré.

Sigo disgustado por su actitud al principio como para siquiera molestarme en darle las gracias.

De repente, la escalera empieza a temblar. Es un movimiento ligero pero lo suficientemente fuerte como para darme cuenta de ello. Cuando yo pauso mi descenso, aquella sacudida se detiene. Al reanudar algo tan simple como es bajar las maldtias escaleras estas, ese temblor regresa. Suspiro agitado y apoyo mi cabeza en el escalón que estaba a la altura de esta, frustrado.

一Sostén bien la estúpida cosa.

一Te dije que este no es mi trabajo. Mis brazos no son lo suficientemente fuertes como para esto一desgraciada, cree que no lo noto pero se está burlando de mí.

Mejor termino con esto y ya.

Y así, sigo bajando sin revisar bien dónde pongo mis pies. Estaba a unos cuantos escalones para terminar, pero la escalera tambalea y se ladea hacia un lado, rumbo al piso. Cierro mis ojos con fuerzas y espero al impacto, pero no llega.

Juho y el coordinador llegaron justo a tiempo a auxiliarme. Lograron sostener las patas justo a tiempo antes de que fuera tarde.

一Termina tú este trabajo一vocifero cuando mis pies por fin tocan el piso. Y a la supuesta sacerdotisa esa, no le dirigo más que una mirada acusante y amenzadora.

Al llegar a mi casa, tomo una refrescante ducha y me preparo para la noche. Tenía la esperanza de que fuera una noche fresca, pero en cambio me veo forzado a tener que recibir de brazos abiertos 一y sudor一 el calor nocturno.

Y así es como terminé mi día. Reflexionando en la horrible tarde que tuve, la tarde en la que casi me parto unos huesos y quedo paraplejico por el resto de mi vida.

A la mañana siguiente, un potente rayo de luz se desliza en mi habitación, dándome en toda la cara. Asqueroso calor, estoy tan cansado del verano. Quiero que llegue la primavera.

Me pongo de pie y directamente me voy a la cocina. No hay nada más que decepción para comer esta mañana. Mis padres no están 一se encuentran trabajando en la ciudad一 y yo solo soy un muchacho recién graduado de la escuela.

Alguien toca a la puerta. Algo inesperado en una mañana tan molesta como hoy.

Abro la puerta y miro de arriba hacia abajo a la persona. Mi visión es borrosa pero he dejado mis lentes en mi cuarto. No me apetece regresar. Lo único que puedo distinguir, es el rostro redondo y pálido de quien está esperando a una respuesta o unos buenos días. Sigo tan adormecido por el sueño que me toma unos segundos más reconocer a quién le pertenece ese cabello ondulado y rubio.

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𝐑𝐄𝐍𝐀𝐒𝐂𝐄𝐍𝐓 𝐅𝐄𝐀𝐑𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora