La semana de exámenes había sido tan exhausta que los gritos del alumnado se oyeron a kilómetros, el timbre de fin de clases también era acallado por los vítores, y todo porque por fin estábamos en vacaciones de verano. Esas adoradas vacaciones que saboreaba desde que inició el curso o quizá mucho antes. Planeaba recrear la escena de High School Musical donde arrojaban hojas y saltaban en sus sillas, la maestra de inglés me lo impediría y hasta me daría un reporte, sin embargo, eso no me pararía de gritar espantosidades, como diría la misma maestra, con los demás. Pero no hice nada de eso, en cambio, estaba perdiéndome mi salida triunfal porque acababa de despertarme en uno de los cubículos del baño.
Me senté con lentitud porque mi cabeza palpitaba demasiado fuerte, aunque todo el dolor se concentraba en el lado derecho, probablemente ahí es donde había recibido el golpe que ocasionó que me desmayara. La vista aún me parecía borrosa pero noté de inmediato el piso lleno de orina y residuos de papel higiénico, milagrosamente, no usados. ¿Ahora era un tipo de caridad no atinarle y mejor regar a los alrededores para ver qué crece? Cuando sentí que todo estaba controlado, conseguí levantarme sin tambalearme, revisé mis bolsillos y solo encontré el pañuelo verde que ya estaba manchado de orina. Lo tiré al inodoro y, justo antes de jalar la palanca, vi mi celular flotando y chisporroteando.
—Mi mamá me va a matar—musité.
Aún se encontraban cosas horribles dentro del retrete y su olor hediondo me provocaban arcadas e iniciaban, como un bucle, dolores punzantes en mi cabeza. Necesitaba ese celular porque a duras penas con lo que ganaba en su último trabajo mi mamá me lo había comprado hace pocas semanas como un regalo de haber conseguido un elogio de parte de la maestra de inglés, que más bien fue como una burla. Contuve mis ganas de gritar por la frustración y con la mínima fortaleza que me quedaba, no sin antes corroborar que estuviera en el mismo lugar, introduje mi mano para sacarlo del estanque más puerco. Salí rápidamente del cubículo o sino mi pesadilla de ser tragada por las asquerosidades se volvería realidad.
Mi celular era todo un desastre, lo golpeé contra mi palma para quitarle al menos un poco de agua. Antes de encenderlo, le sonreí nerviosamente a unas chicas que entraron y salieron en cuanto me vieron. Recé a cualquier astro o ser omnipotente para que hiciera funcionar este ladrillo. Encendió. Hice un pequeño baile de alegría, sin los movimientos bruscos porque aún me dolía mi brazo, y lo guardé en el bolsillo, sano y salvo.
Ya era una preocupación menos, lo que quedaba era verme, tan siquiera, presentable antes de ir a la asamblea y a la fiesta de inicio de verano. Mi plan tenía dos lados, uno bueno y uno malo. El bueno era que tenía un repuesto de uniforme en mi mochila. El malo era que tenía que pasar media escuela para recogerla. Eché mi cabeza hacia atrás, de verdad no me la dejaron fácil, volví a mirarme en el espejo y limpié las zonas que estaban manchadas con posiblemente mi sangre. Una oleada de mareos hizo que me detuviera y antes de poder retenerlo... vomité.
—Oh.
De por sí, el baño era un desastre, después de vaciarle una cantidad inmensa de vómito se veía completamente peor, y me era imposible creer que se viera más horroroso de lo que era. Hace unos instantes me sentía mejor, no entiendo porqué volvieron los mareos. Arranqué a como pude el papel y lo restregué en mi boca para quitarme los rastros de vómito.
—Mierda, disculpa, entré por... ¿oye, estás bien?
—Sí, estoy—el líquido espeso pasó más rápido que mis palabras.
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Inefable
Teen FictionZulay decía ser creyente del amor. Cada día perdía las esperanzas y con ella su devoción, tras muchas silenciosas decepciones. Empezaba a creer que nunca sería el ejemplo de que el amor estaba destinado para todes. Pero como era la vida, inesperada...