Capítulo 2

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Parte 1

—Le pediré por mensaje a Pau que traiga mis cosas a tu casa, ¿estás bien con eso?—acarició la parte de arriba de mi cabeza con su mentón, dado que era un poco más alta que yo.

—Sí—asiento—, está bien.

Ya sin dudas de irnos, saca las llaves del auto de su papá, no se despega de mí al encaminarnos hacia la salida de la escuela, que para llegar a ella tenemos que atravesar parte de la fiesta. No quiero ni fijarme a mi alrededor cuando nos acercamos al tumulto de estudiantes, porque presentía que en cualquier momento me toparía con su mirada. Aunque era más probable que llamara su  atención y la de los demás si tengo la cabeza enterrada en el hombro de mi amiga. A ella ni siquiera le importa las miradas inquisitivas. Eso es lo tranquilizante,  al menos a una de las dos tiene la fuerza de mantener la cabeza bien alta por el simple hecho de que no le teme al reproche ni a las miradas recriminatorias.

Ella es impresionante.

Cuando llegamos al auto, me deja recostarme en la parte trasera y tomo prestado sus audífonos, prende la calefacción y antes de arrancar, me regala una sonrisa, ya que los audífonos ya estaban reproduciendo mi música a todo volumen.

El aroma que desprende el auto se asemeja mucho al que huele Max, añejo mezclado con lavanda. Si pudiera fundirme en un aroma, sin titubear, elegiría este. No sé si es por el movimiento lento del auto, la calefacción o la música vibrante, que me llenan de una paz que ni hasta mis párpados resisten tanto. Intento no caer en la tentación de dormir porque seguramente roncaría y mis ronquidos no serían la mejor compañía. Brinco del susto cada vez que mis párpados se cierran placenteramente, no debo dormir, por más gustoso sea, no lo haría. Por el retrovisor, Max me sostuvo la mirada y hacía gestos para que me quitara los audífonos.

—Duérmete, no te preocupes—me miraba por poco tiempo, y aunque fueran rápidas, eran llenas de boberías—. Estoy muy acostumbrada a tus sonidos flemudos.

—El burro hablando de orejas. 

Sin necesidad de pensármelo dos veces, cierro los ojos y me rindo al adormecimiento que incrementaba con cada traqueteo del carro.



...



El bullicio del cine parece asfixiarle a Max, todos usan disfraces por las nuevas películas de Star Wars que acababa de estrenarse y otros estaban en parejas— comiéndose como si en sus bocas hubieran perdido la vida entera y necesitaban rebuscar horas enteras a lengüetazos—, a la espera de ver la película +18 de la que tanto hablaban mis compañeras. Mientras que yo, estaba emocionada con la imagen de la portada de la película Pasión En Verano. Era todo un manojo de emociones, no paraba de dar brinquitos y sostener con rudeza mi celular cada vez que veía un disfraz que me gustaba y, por supuesto, les preguntaba si podía sacarnos una foto. Max me decía que lo dejara de hacer porque no conocía los personajes que caracterizaban pero no le veía el problema, sé cuando apreciar una obra de arte sin importar de dónde provenga o si la conocía.

Suficiente tiempo transcurrió antes de que llegáramos a la mitad de la fila para entrar a la sala, no llegamos a comprar los boletos en taquilla porque en el camino los había comprado con mi dinero. Cuando entramos al cine tuve que arrastrarla a la fila porque quería escapar, no se fue porque utilicé mi arma mortal: la carita del gato con bota... y un par de mis bocadillos.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora