Capítulo 4

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Caminamos hacia el despacho con mala gana, miro al chico con repulsión al tenerlo tan cerca. Cuando nos sentamos alejamos despacio la sillas, para no estar tan juntos, en verdad nos odiamos.

En el escritorio del dueño se encuentra una placa sobre su licenciatura, papeles, fotografías de otras artes y plumas esparcidas. Volví  a mirar la placa, era reluciente y en extremos cubierta de madera. El señor por fin se sentó, cruzó las piernas y nos miro. Ahora estaba más sereno que antes, exhaló y recargó su mano en la barbilla. 

—¿Algo que quieran decir?—suelta con tranquilidad. Pareciendo como si ya hubiera lidiado esto varias veces.

—Quiero que entienda algo, ¿señor...? —dice el chico, mirando la placa—Señor Noel, yo no tengo nada que ver con este incidente. Ella es la culpable de todo esto.

—Si tu hubieras ayudado...—digo entre dientes.

 —Si tu no hubieras entrado ahí— replica.

—Creo que ya hemos tenido esa conversación—suelta un bufido—. Así que dejaré esto en claro, los dos irrumpieron normas muy claras de este museo, los dos tendrán que pagar lo que destruyeron.

—¡¿Qué?!—gritamos al unísono.

—Por la reparación del suelo, la pintada y una fotografía. Eso da un total de...—teclea en su calculadora—seis mil pesos.

—¡¿Qué?!—volvimos a gritar.

—Solo tienen el día de hoy para poder pagarme esa cantidad, o si no, tendré que llamar a las autoridades—juega con su pluma.

—Pero, pero...

El chico de mi lado solo lo observa sereno, tal vez resignandose a pagarle esa cantidad. Yo, por mi parte, estaba entrando en pánico.

—Señor, no tengo esa cantidad ahora. ¿No podemos hacer una excepción?—sonrío nerviosa.

—En ese caso...—sonríe—tendré que llamar a las autoridades.

—¿Y las cámaras?—pregunta el chico de repente.

—¿Eso qué tiene que ver con esto?—pregunta el señor Noel extrañado.

—Eso responde mi pregunta—muestra una sonrisa escalofriante— . Si no hay cámaras que puedan probar a las autoridades lo que hemos hecho, no hay desastre.

—Pero es mi palabra contra la suya— frunce las cejas Noel.

—También la nuestra, señor Noel.  ¿O acaso usted no nos estaba cobrando de más?—sonríe sarcástico.

El señor Noel carraspea y mira al chico serio.

—Además, si vinieran las autoridades, se me puede salir decir que estas fotografías son robadas.

Noel se atraganta y yo simplemente  miro perpleja al chico por manejar esta situación.

—Ya ve...—sonríe petulante—todo se arregla sin llegar a las autoridades.

El señor tensa la mandíbula, para después sonreír.

—¿Y con qué pruebas puede decir que estas fotografías son robadas?

El chico lo mira expectante, realizando un plan en su macabra mente.

—Muy simple, señor Noel—señala la fotografía, que por mi culpa, tiene dos agujeros grandes—. Son muy rápidas de romper. Tiene una etiqueta atrás dónde dice el nombre del mercenario y por si fuera poco, en su escritorio tiene un contrato con el señor D. 

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora