Capítulo 8

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—Respira, solo respira—pide Romeo.

Tomo grandes bocanadas de aire, tranquilizando mis nervios, ya que parece que el sofá me está absorbiendo. Aún estoy en estado zombie, los ojos están completamente abiertos pero mi mente divaga a cosas que ni siquiera debería de pensar.

—Ustedes, ustedes, ustedes...

—Si, somos hermanos—repite Valentín con normalidad, como si esto les hubiera ocurrido muchas veces.

—Medios hermanos—Romeo vuelve a corregirlo, porque desde que recibí la noticia no paro de preguntárselo.

Es que no puedo captarlo, ellos dos son hermanos y físicamente no se parecen en nada. O sea, sí puede que tengan similitudes, como sus ojos, pero eso es tan común, no puedo decir que ellos sean hermanos solo por los ojos. Hubiera sido estúpido si hubiera supuesto eso, aunque, resultó serlo. Inhalo y exhalo, que pareciera que es lo único bueno que puedo hacer.

Estoy sentada en una de las mesas del restaurante donde trabajo, casi olvidando cómo es que se parpadea, mientras que mis amigos, que cabe resaltar, son nietos de mi jefa, están sentados junto a mi.

«Es algo normal, Zulay, siempre hay chicos que te dicen que no se conocen y que después te enteres que son hermanos», me repito para calmarme.

—¿Quién eres tú?—Valentín se dirige a Emma.

—Empleada de Anna, soy la mesera—le sonríe educadamente.

—No te había visto—Romeo la mira de arriba para abajo.

—¿Y ahora?—Emma se muerde el labio lentamente.

Ja, pareciera que se estuviera comiendo su labios... ¿Sabrán ricos?

—Quiero vomitar—me levanto para ir al baño, sin embargo, Romeo me detiene.

—Te acompaño.

—¿Eh? —arcada.

Corro hacia el baño, sin esperar más, me precipito al inodoro y vomito hasta mis ganas de vivir. Romeo toma mi cabello, mientras que vomito lo poco que comí. Agradezco eso porque estoy segura que ahora tendré un desastre en mi boca y sería aún más catastrófico si ensuciara mi cabello de vomito. Valentín se recarga en el umbral, no le veo su rostro pero estoy segura de que está burlándose de mi penosa escena.

—Guao, en serio que vomitas mucho—Valentín me da una palmada en el hombro—. Le ganas a mi regadera, porque esa solo avienta chorritos y... —acerca más su rostro, sorprendido—¿Cómo es que puedas vomitar hasta por la nariz?

—Cállate por una maldita vez—sisea Romeo.

Me limpio el vomito de mi rostro, todo pegajoso y maloliente. Con la ayuda de Romeo, me levanta porque siento que mi suelo se está moviendo y hasta pareciera que veo a los pajaritos revoloteando alrededor de mi cabeza. Dejo caer mi trasero al asiento junto a Valentín, poco a poco se me baja el mareo y eso es mejor porque aún tengo muchas dudas. Siento una mano jalar con delicadeza mi cabeza a algo cálido, abro los ojos y me encuentro con un Valentín serio.

—¿Qué?—intento alejarme, no obstante, no me da tiempo.

Valentín me acuesta en su pecho, su aroma a chocolate invade mis fosas nasales, su aura es tan cómoda que, nuevamente, cierro los ojos para disfrutar la tranquilidad. Es demasiada tranquilidad que me acomodo y lo abrazo como un peluche, ganandome el sueño. Quisiera estar así de tranquila por casi toda mi vida, pero las cosas no son así.  Comienza a moverse mucho, así que me alejo y me siento erguida. Eran Romeo y Valentín discutiendo con fiereza, como de costumbre.

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