El viaje del obispo y toda la comitiva que partió desde Berlín hacia el Vaticano, demoró casi cinco meses. En ese tiempo, Ulrich fue trasladado en el más absoluto hermetismo hacia un alejado y recóndito monasterio en Armenia. Solo se informó a los sacerdotes locales que el Vaticano había descubierto que aquel cazador cayó en una relación pecaminosa con una mujer acusada y ejecutada por brujería, ante lo cual se decidió su excomunión y encarcelamiento sin dar más detalles.
A pesar de ello, la comunidad eclesiástica hizo saber sus dudas y temores ante la súbita caída de uno de los más fervientes defensores de la fe, por lo que se tuvo que dar a conocer un comunicado en el que se expresaba claramente que Ulrich Herzog ya no formaba parte de la Iglesia y que el Obispo de Berlín había procedido a llevarlo ante la presencia del Papa para exponer sus crímenes y ejecutar la sentencia que Su Santidad estimara conveniente, acusado de aceptar y propagar la brujería, por lo que perdería cualquier tipo de apoyo eclesiástico y pasaría entonces ante la justicia civil, quienes tomarían riendas en el asunto debido a los cargos de homicidio que pesaban sobre el excazador.
Lo que muy pocos sabían era que un numeroso grupo enviado por la Orden escoltó a Ulrich hacia el lugar en el que no solo debía esperar a que le fuera comunicada la decisión del Papa, si no también donde estaba planificado que pasara el resto de sus días purgando sus pecados.
Sin embargo, él tenía otra cosa en mente.
Cada minuto de ese eterno viaje, Ulrich lo aprovechó para ahondar en los conocimientos que Arabelle le legó antes de morir y lo que él mismo había descubierto en sus viajes a través de las siete dimensiones y las páginas de ese misterioso y fascinante libro que parecía no tener fin. De este modo, fue adquiriendo un poder inimaginable, mayor al que cualquier otro humano había sido capaz de alcanzar, incluso durante los años de la mitología.
Y ese poder le valió ser reconocido por otros brujos, quienes comenzaron a contactarlo en sus incursiones interdimensionales. En especial una mujer anciana, aquella que recordaba haber visto en la casa de Arabelle una vez y que no tardó en descubrir que era su madre, la líder de un poderoso aquelarre que había quedado sumido en un completo caos tras la muerte de la Guardiana.
―Ese libro no te pertenece ―le había dicho la mujer, con evidente desagrado de saber que él, un simple humano, tenía acceso a una fuente de poder que ningún otro brujo, además de su hija, había podido alcanzar en los últimos decenios―. Pertenece a mi pueblo y te pido que me lo devuelvas.
―Fue la misma Arabelle quien me lo legó. No tengo intenciones de dárselo a nadie, pues su deseo fue que yo lo protegiera y custodiara ahora que ella ya no estaba.
―Pero eso está mal. Nadie más que un brujo es digno de entrar en sus páginas. Un brujo escogido por la magia misma y aceptado por los ancianos de cada uno de los clanes.
―¿Quién dice que no puedo ser yo ese brujo?
―Lo dice tu sangre, la sangre humana que corre por tus venas. No hay en ti nada del linaje de Medea.
―Te equivocas. Arabelle vio que tengo afinidad con la magia y me explicó que hay ciertos humanos que nacen con ese don. Prueba de ello es el poder que ahora poseo.
La anciana bufaba de desagrado y no le importaba demostrar su total enojo ante aquella situación.
―Como sea ―alegó―, no cuentas con la aceptación de ningún clan. No eres más que un usurpador que se ha quedado con el único recuerdo que tengo de mi hija.
―Tengo tanto derecho como usted de tener el Libro. No olvide que su hija fue mi esposa.
―Cómo podría olvidarlo, si eso fue lo que le causó la muerte.
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Valquiria - Crónicas de Días Pasados
Historical FictionFuerzas místicas han existido en el mundo desde antes que el hombre se alzara en dos piernas. Se trata de fuerzas más allá de nuestra comprensión, de entidades y criaturas que solo hemos podido explicar por medio de mitos y leyendas que han pasado d...