Capítulo VI - Huellas del pasado

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El despertar de Ulrich fue sorpresivo.

Pasó largas horas en vela, dándole vueltas a lo que había oído durante la noche, y pensó que la mañana lo encontraría despierto, pero en algún momento debió haberse quedado dormido sin darse cuenta, porque ¿de qué otra forma podría explicar la extraña imagen que tenía ante sus ojos?

O más bien, ante su mente.

No sabía ni siquiera si todo eso era real. Se notaba parado ahí, en medio de la nada, en algún punto entre la infinita vastedad luminosa que lo rodeaba. De hecho, no podía decir a ciencia cierta si en verdad estaba de pie o al menos atreverse a aseverar que "estaba" de manera corporal. Todo era demasiado vaporoso en ese lugar tan peculiar.

Lo único por completo real que era capaz de reconocer, era la presencia inconfundible de Arabelle.

―Ya que conseguiste descubrir el poder que hay en tu interior y la fuerza que te mueve y conecta con el resto de la Creación ―dijo con voz omnipresente―, ahora debemos lograr fortalecer tu élan, como nosotros llamamos a la fuerza vital de los seres vivos.

El mundo sobrenatural en el que se encontraba onduló de una forma inquietante cuando la mujer terminó la frase y Ulrich se vio sacudido por una fuerte descarga de energía que causó que sus ojos descubrieran los brillantes colores que daban vida a todo y definían las formas caprichosas de un universo recién develado para él.

Un universo en el que resaltaba la belleza nebulosa de Arabelle.

La bruja lo miraba con curiosidad. Era como una estatua esculpida en el arcoíris, de ojos refulgentes y una piel multicolor que eclipsaba a todo lo demás.

―Los seres vivos existimos en distintas dimensiones separadas y unidas a la vez por el élan ―prosiguió la mujer―. La primera de ellas es la dimensión material, donde la naturaleza física se desarrolla y coexiste. La segunda, es la dimensión de la matriz mental, donde quienes alcanzan un control consciente de su existencia completa consiguen comunicarse por medio de sus propios pensamientos, proyectar recuerdos, visiones y fortalecer los pilares de su fuerza interior. Estos son los primeros peldaños en el camino de la evolución que lleva a la séptima y última dimensión, donde se logra la integración con la eternidad.

Ulrich o la representación de su consciencia, desfilaba de un lado a otro a medida que Arabelle hablaba, presenciando como sus palabras cobraban forma y sentido, moldeando la realidad para permitirle verlo y comprenderlo todo.

―Como bien has adivinado, nos encontramos en la segunda dimensión ―afirmó ella.

Pasaron un tiempo incomprensiblemente largo en ese lugar, realizando una serie de ejercicios de variada complejidad, desde la simple comunicación, hasta complicados desafíos de reprogramación mental que le permitirían a Ulrich deshacerse poco a poco de sus temores y dudas como ser humano.

Sin embargo, cuando el cazador al fin abrió los ojos y se vio de vuelta en su cuerpo, en la habitación que ocupaba en la casa de Arabelle, se quedó perplejo al descubrir que el sol apenas alumbraba con sus primeros rayos matutinos.

Y tenía un hambre arrolladora.

Se vistió tan rápido como pudo y bajó al primer piso. No le extrañó ver a Arabelle sentada a la mesa con un tazón humeante entre las manos y varias hogazas de pan en un plato.

―Buenos días ―saludó ella y le invitó a tomar asiento a su lado, donde otro tazón lo esperaba con un brebaje caliente que olía exquisito.

El cazador obedeció en silencio y comió y bebió de buena gana, sin importarle la mirada indiscreta de la mujer, quien parecía estudiar cada movimiento que hacía. Una vez que hubo finalizado, ella sonrió.

Valquiria - Crónicas de Días PasadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora