Epílogo

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Denisse corría alegremente por el bosque. A pesar del frío del invierno, gustaba de jugar afuera, persiguiendo aves o simplemente observando el pasar de las nubes por el límpido cielo azulado. Era una niña inquieta, de rubios cabellos rizados y una alegre sonrisa que con facilidad iluminaba su rostro. Sus inquisitivos ojos pardos escudriñaban la naturaleza como si cada día descubriera algo nuevo y es que, a sus tres tiernos años, todo parecía asombrarle, desde el canto de los árboles al ser mecidos por el viento, hasta la cristalización de los riachuelos cuando el frío se hacía insoportable.

Porque Denisse era una niña especial. Tenía una relación singular con su entorno, debido a la poderosa magia que latía en su interior. Su élan era singular como ella misma, una energía tan pura y cristalina que parecía ser capaz de complementarse con la de cualquier ser viviente e influenciar sobre ellos casi de forma natural.

Por ello es que su abuela no le despegaba los ojos de encima. Ella, una anciana bruja que había decidido apartarse de su clan el día en que murió su hija, vivía solo para cuidar y atender a la pequeña Denisse, esperando el momento oportuno para iniciarla por los caminos de la magia. Y es que la anciana esperaba a que Denisse lograra tomar el lugar de su hija desaparecida y alzarse como la nueva guardiana del equilibrio y recuperar así el delicado balance que cada día se deterioraba aún más.

Porque ahora ella custodiaba el Libro, desde el día en el que Ulrich se presentó en su choza y se lo entregó en sus manos sin decir una sola palabra.

La anciana recordaba con terror ese día en el que se vio sorprendida por la presencia de aquel humano que poseía una élan mucho más poderoso que el de cualquier brujo que ella hubiera conocido. Por suerte Ulrich apareció delante de ella mientras se encontraba atizando la chimenea y no se percató de la pequeña bebé que dormía plácidamente en la alcoba o, de lo contrario, habría notado la sutil energía que irradiaba de la niña y se habría dado cuenta del secreto que tan celosamente guardaba.

Y es que el mismo día en que Arabelle murió, su élan se manifestó frente a ella y de alguna manera el bebé que esperaba en su vientre se materializó frente a sus ojos, envuelto en una esfera de magia que lo protegió y alimentó hasta alcanzar la madurez suficiente para “nacer”.

Ese día en que la pequeña Denisse llegó a sus brazos gracias a la poderosa magia de su hija moribunda.

Sin embargo, ella no era la única que guardaba un secreto. Ulrich, sabiendo que llegaría el momento en el que los brujos volvieran a buscarlo para exigirle que les devolviera el Libro de Nakot, usó la magia para crear una imitación casi exacta a la original, pero manipuló los hechizos más poderosos de manera que nadie más pudiera descifrarlos hasta que él terminara de comprender cada uno de los misterios que se ocultaban en las páginas del ejemplar que estaba en su poder.

Porque estaba a un paso de dominar el poder que le permitiera alcanzar la inmortalidad y sabía que desde ahí a controlar la muerte era solo un pequeño salto. Hasta entonces, conservaría el verdadero Libro y dedicaría su vida a buscar la manera de recuperar su familia perdida, sin saber que la pequeña Denisse, la hija del fruto de su amor con Arabelle, estaba viva y oculta en el bosque cercano a la tumba de su madre.

Valquiria - Crónicas de Días PasadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora