XI

89 14 0
                                    

-Bonne journée belle dame – (Buen día hermosa dama) – lo escucho mirándome con infinito esmero.

Le regalo una sonrisa mientras enfoco bien la vista, la luz me encandila, aún estamos acostados en la exuberante cama, me imagino que ha de ser feo tener una cama tan grande para una sola persona. Tendré que aprender a hablar francés si quiero saber lo que me dice.

-Max, sabes que no entiendo lo que dices – me quejo, parece divertido.

Ahora que estoy más despierta logro enfocar al cien por ciento mi vista, se ve hermoso, sus labios un poco más gruesos, sus parpados un poco hinchados, su pelo es siempre perfecto... ¡Ay no! ¡Mi cabello! Debe parecer un nido de ratas, me tapo la cara con las sabanas para que no me vea, Max intenta quitármelas pero no lo permito.

-No me mires – le imploro.

Se ríe, fuerte, para mi desgracia su risa es hermosa ¿Acaso existen personas tan perfectas? No lo creía hasta que lo conocí.

-¿Por qué no? luces hermosa recién levantada – dice ya sereno.

Parece sincero aunque no lo suficiente para lograr quitarme las cobijas.

-Si... claro – bufo sarcástica.

Siento un jalón ocasionando que las sabanas me dejen al descubierto, Max las ha quitado y la camiseta se me ha levantado, incomodo. Max se acerca a mí hasta que nuestros cuerpos se tocan, su calidez me llena el alma, sus brazos me rodean fuerte, respiro el aroma embriagador que posee en su cuello. De pronto se me viene una imagen a la cabeza, Max, desnudo, en un cuadro. Recuerdo algunas estrías sobre mi piel por mis glúteos y abdomen de repente siento vergüenza, tomo la sabana y me tapo las piernas, no sin pasar desapercibida, Max frunce el ceño quitando la sabana de nuevo, su mirada viaja hasta esa zona, me sonrojo más por vergüenza que por otra cosa, su mano se desliza hasta llegar a ellas y acariciarlas.

-Max... - como quisiera quitarle la mano de ahí.

-Como el reflejo de los rayos del sol en el agua – sonríe, no como burla sino más bien dándome confianza – tienes el mar en tu piel Ross, es algo de lo que no te debes avergonzar.

No me esperaba esa respuesta... ¡Dios! Es tan dulce...

Acaricio su pecho apenas rozándolo con las llamas de mis inquietos dedos, sigo el camino de las líneas que hacen perfecto su abdomen, su piel suave, sus lunares... quisiera contar cada uno de ellos, se tensa cuando mis dedos llegan a la uve incompleta a orillas de su pantalón el cual no se a qué hora se lo puso, su mirada me inquieta, respira hondo y deja salir todo el aire como si lo estuviera reteniendo desde hace rato.

Entonces recuerdo que no es permitido besarlo y ese dolor en mi pecho se hace presente, retiro mi mano y de él sentándome en la orilla de la cama, en silencio, el colchón se hunde, significado de que Max se acerca. Respiro con pesadez mirando mis pies descalzos.

-¿Por qué no puedo besarte?

Se queda en silencio detrás de mí, es un silencio asfixiante.

-Perdería la cabeza – su voz es suave, escalofriante.

-No tiene nada de malo.

-Tal vez para ti no.

Sus respuestas son cortas, me frustra tener que estar indagando.

-¿Por qué para ti si? – interrogo con cansancio.

Max se arrastra y se sienta a mi lado, me mira con cautela, pasa una mano por su cabello jalándolo despacio como siempre lo hace cuando está nervioso o no quiere decir algo.

Insuficiente I (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora