IX

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Decido girarme sobre el taburete hasta poder recargarme en la barra proponiendole que lo haga, sus labios se separan levemente acomulando un brillo voraz en sus pupilas las cuales se dilatan, trago saliva ante aquel magnetismo, esconde dulzura, pasión, seguridad sobre todas las cosas, me hace sentir única, como esa coca cola en el desierto, por más que intento pensar con claridad o inclusive en otras cosas es absurdo, Max parece tener una batalla campal en su interio congelandolo, no quiero ser yo la que de el primer paso.

En un abrir y cerrar de ojos Max corta la distancia abalanzándose sobre mi como un depredador se abalanza sobre su presa, sin compasión, mi sangre hierve la cubierta de piel, mi respiración entre cortada al igual que la de Max me asegura cuanto lo deseo y sobre todo cuán débil soy, al captar la proximidad de sus labios me estremezco dejando dar rienda suelta a mis pensamientos sobre la posibilidad de que me bese, sin embargo, todos esos pensamientos se hunden hasta el fondo del océano cuando besa mi cuello sin timidez, sus labios se sienten cálidos, cargados de agonía... aunque sus besos son intensos formando una bonita combinación de colores y estallidos, abro mis piernas como si realmente supiera lo que tengo que hacer, este se posiciona entre ellas presionando su cuerpo contra el mío provocando un frágil gemido, mi falda suelta se sube dejando ver mis bragas color tinto, en este momento agradezco que sean de encaje y no unos sencillos. No me doy cuenta de sus intenciones hasta que siento sus traviesas manos en mi pecho, es ahí cuándo intenta desabotonar con destreza mi camisa blanca mientras con la otra mano acaricia mi muslo temiendo que sea solo un sueño o alguna pesadilla aferrandose a ella, es feroz, por un intante siento caer del taburete por la rapidez con que hace las cosas, pero él lo impide sin darse cuenta sujetandome lo suficientemente fuerte para no impedirlo.

Algo repentino aterriza en mi cabeza provocando que las palabras salgan de mi boca sin pensar a medio resuello.

-Soy virgen - espeto un poco más fuerte de lo que pensé sin tomar en cuenta las consecuencias.

Max se detiene a la velocidad de la luz parecido a un escalofriante descubrimiento dirigiendome una mirada inexpresiva, podría jurar que esta molesto por la forma en que va cambiando de aprobatoria a desaprobatoria, me siento estúpida y humillada por segunda vez... no tiene nada de malo ser virgen, sin embargo, no tiene nada de bueno que el se entere, de todas formas se enteraria porque vamos, al ver sangre después del acto quedaría más indignada que nunca, nada comparado a que se de cuenta de que no soy buena en la cama, porque así es, no sé nada, solo me dejo llevar por la corriente. Deja un vacio cuando da unos pasos hacía atras guardando la distancia entre nosotros suficiente para darme cuenta de qué está ¿Decepcionado? su cabeza cabizbaja acompañada por sus hombros me provoca una sensación desgarrandome el orgullo. Lo deseo, mucho y ahora por mí estupidez humana todo se encuentra en una cuerda floja, ni para Dios ni para el Diablo... maldita sea ¿Cómo paso eso?

-Yo... no puedo - susurra cortando la fina línea del remordimiento e impaciencia acompañado de un vulnerable contacto visual, lleva una mano a su hermoso y revuelto cabello jalándolo con frustración a la vez negando con la cabeza como si quisiera hacer que esa idea perdure en su cabecita castaña, las siguientes palabras hacen que algo dentro de mí tome vida con mayor fuerza - No quiero lastimarte, lo siento - sus palabras son tan suaves que las pulsaciones bajan un poco, aunque mi respiración es acelerada.

No me jodas. Decide darme la espalda incapaz de verme a los ojos, me siento decepcionada al darme cuenta de que no esta bromeando.

-Max... - susurro con la esperanza de remover algo en su interior dandole un toque de melancolía mientras bajo mi falda avergonzada poniéndome de pie detrás de él guardando una distancia de medio metro, temo por su reacción, aún así decido indagar más -¿Por qué?

No quiero parecer urgida pero este hombre me desarma, acorto más la distancia para poder tomarlo del brazo y girarlo hasta que nuestras miradas se encuentran, embrollado con el mismo.

Insuficiente I (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora