XV

82 10 12
                                    

Llegamos a la enorme caja fuerte en la Max esconde una gran parte de secretos; su casa. Vacía como el primer día en quellegue, todo está igual y el olor que inunda el lugar es el mismo olor que impacta en mi cerebro rebuscando aquel momento en que nuestra piel se hizo una, por lo menos para mí así fue. Me reconforta el hecho de que aún me habla, después de su regla infalible hubiera pensado que solo quería sexo y después se iría.

Aun no puedo creer que haya aceptado a eso tan deprimente para mi ego, supongo que una pequeña parte de mí; una milésima parte muy escondida bajo miles de llaves a una gran profundidad de agua se encuentra la idea y la esperanza de que no lo dijera en serio. Hasta ahora no progresamos, pero tampoco retrocedemos, eso para mi esta bien mientras no me prohíba el no verlo, o el no oler su fragancia seductora y su toque perverso, aunque lo oculte, si, me he dado cuenta muchas veces que me mira de reojo con sus pupilas brillantes tornadas de deseo con un toque de lujuria. Lamentablemente el no lo quiere aceptar.

Una señora como de cuarenta y pico aparece por la cocina colocándose una chamarra que la ha acompañado desde hace 10 o quizá más años, se ve vieja y el color se va desvaneciendo en algunas partes, camina hacia nosotros a pasos cortos ya que sus pies no alcanzan para más, es bajita de tez blanca con algunas pecas esparcidas por todo su cutis haciéndola ver más joven, sin embargo su piel con algunas líneas en sus parpados y comisuras dicen todo lo contrario, algunos cabellos blancos decoran su cabellera oscura, me parece una mujer tan adorable.

Sonríe en mi dirección pasmada por conocerme y enseguida posa con pesadez los ojos en Max.

-¿Todo bien señora Scott? - Indaga Max muy cortes.

Con esas simples palabras me doy cuenta que a pesar de que ella trabaja para él, le muestra respeto, eso dice mucho de una persona; eso lo dice todo. No podía esperar menos porque si de algo estoy segura es de la educación que el posee, no toma en cuenta las clases sociales, lo han educado bien, claro que también cuenta el que quiera hacerlo.

-Si señor - Asegura la mujer detrás de una cálida sonrisa.

-Señora Scott, le presento a la señorita Rosalie Vélez - La señora Scott se dirige hacia mí con un asentimiento y un brillo de emoción bajo sus largas y onduladas pestañas – Rosalie, ella es la señora Scott - Supongo que Scott es su apellido, Max me interrumpe justo antes de poder saludarla como se lo merece para aclararme el trabajo de la mujer, aunque ya me lo esperaba - Me ayuda con los quehaceres del hogar.

Dicho eso, le extiendo mi mano para saludarla, la de ella es delgada, un poco más que la mía. Su piel es rasposa y suave a la vez, eso solo quiere decir que ha trabajado muy duro como muchas personas para poder cubrir gastos familiares o inclusive sus propios gastos, pero me guío más por lo primero.

-Mucho gusto señora Scott - Le saludo tratando de sonar lo más amable que puedo.

-Que dulce eres y hermosa - Musita, me doy cuenta de que lo ha dicho sin pensar por la forma en que sus mejillas se sonrojan y desvía su mirada apenada.

-Oh gracias - Le sonrío de igual forma, que linda señora.

Se hala la chamarra como relajando la tensión, espero que le funcione, no como a mí; yo hago como que elimino las arrugas de mi ropa y aun así la tensión sigue.

-Estaba por llamar a un taxi – Nos informa.

-Nada de eso - Interviene Max con respeto evitando sonar como orden, no funcionó - Le pediré a Maicol que la lleve.

La señora sonríe tímidamente avergonzada. No creo que este acostumbrada a que alguien haga cosas por ella, mucho menos Max, yo más o menos me lo esperaba de él ¿A quién engaño? A echo cosas que nunca esperaría de él.

Insuficiente I (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora