VI

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Entre abro mis ojos, esta oscuro, borroso, trato de enfocar la vista entre la pesada neblina en vano, en frente de mi veo una silueta de un hombre sentado en mi cama, no logro ver su rostro, quiero preguntarle quien es, mi cabeza da vueltas y mis ojos vuelven a caer en esa pesadez, lo primero que pasa por mi mente son unos labios, los labios mas provocativos que haya visto jamas...

Mi cabeza está a punto de estallar, hago una lucha interna para abrir los ojos, estoy acostada en mi cama con el mismo vestido de anoche, la luz entra por la ventana de mi habitación ¿Cómo llegue aquí? No recuerdo nada, solo que me desmaye, seguramente se me bajo el azúcar, también recuerdo que el estúpido de Max Vera me dejo sola en ese restaurante. Muy inmaduro para ser verdad. ¿Quién me trajo? Si Diego sabe ya estaría con un sinfín de preguntas, en un tipo tribunal interrogándome hasta que le diga la verdad ¿Tal vez fue Max? Imposible, él se fue ¿Pero quién más? Ta vez Leo. Me siento en mi cama con la cabeza dándome vueltas hasta que logro fijar la vista en un solo lugar, en frente de mi cama, sobre un baúl que tengo con almohadas y cobijas esta mi abrigo. Si de algo estoy segura es de que Max fue el que me trajo aquí, siento algo extraño en mi interior, decepción, me susurra mi subconsciente.

Ay no ¡Diego! Salgo de la habitación encontrándome con Diego desayunando un sándwich sentado sobre un taburete con unos vaqueros, tenis y playera blanca, muy tranquilo, su mirada se encuentra con la mía, parece que no sabe nada o tal vez tiene un Az bajo la manga, uno nunca sabe, le sonrió de forma despreocupada, no quiero enterarlo de nada hasta que me diga lo que sabe, ojala que no sepa demasiado.

-¿Se te pegaron las cobijas? Esto no es muy propio de ti, supongo que anoche gastaste toda tu energía aunque no me explico cómo sigues vestida de la misma forma que anoche.

Eso es lo menos que quería escuchar, recordar cómo me dejo Max sola me duele y me enoja, es obvio que Diego no sabe nada pero ¿Cómo entro Max sin que él se diera cuenta? Un sinfín de preguntas llegan a mi cabeza y lo peor es que no creo poder hacer ninguna.

-No es gracioso - bufo.

-Me hubiera gustado charlar con Max un rato, solo para ver si te conviene.

¿Cómo? ¿No estaba? ufff menos mal, ya puedo soltar el aire que retenía en mis pulmones sin querer no sé cómo lo guarde.

-¿Dónde estabas?

-Salí con Dylan a cenar, cuando llegue ya estabas más muerta que viva en tu habitación.

Ya puedo morir en paz.

-Casi - admito.

Literalmente si estaba más muerta que viva, supongo que se me debió haber bajado el azúcar y por eso me desmaye.

-¿Te gusta?

¿Queee? Pfff para nada, suelto una risita de esas que ponen en juicio cualquier cosa que diga, todo puede ser utilizado en mi contra.

-No.

-Mentirosa, a leguas se ve que te gusta, no seas tan idiota.

¿Se me nota? No después de que me dejo como a un perro en la calle, por desgracia no lograre olvidarlo fácilmente, es un recuerdo de humillación más grande que me haya pasado, mejor que nadie más se entere de mi desdicha.

-No me gusta, solo me resulta atractivo...

Tampoco lo puedo negar, es muy atractivo, bastante, más de lo normal y menos de lo extraordinario. Los ojos de Diego brillaron de satisfacción al escuchar mis palabras, parece más emocionado que yo y a la vez preocupado como suele ser.

-Ten cuidado.

No tengo porque si no creo volverlo a ver, no creo que quiera volver a ver a la chica que lo trato de besar, me hace sentir como una depravada mental o peor aún, una acosadora.

Insuficiente I (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora