XXII

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La noche se hizo presente, apenas iba de regreso al departamento, no pude ver la hora que es hasta que le pregunté a una chica, me sorprendí por todo el tiempo que estuve fuera, son las once de la noche y aún está un poco retirado el departamento. Después de media hora llego al fin, me percato que la puerta estaba emparejada, un silencio horrendo, extraño. Tomo el gas pimienta que siempre llevo conmigo quitándole el seguro, sea quien seas no te escaparas tan fácil, pienso en llamar primero a Diego, me doy un zape en la frente con mi mano, no recordaba que lo había dejado en mi buro.

Tonta, tonta, tonta.

Me armo de valor con mi gas pimienta en mano temblorosa, recuerdo algunos consejos que me dio mi tío Luis antes de mudarme, si tratan de hacerte daño y es hombre dale donde más le duele con todas tus fuerzas, no lo mataras, pero si te dará tiempo de escapar.

Abro la puerta de madera, rechina dando aviso de que ya llegué, gracias puerta, en serio, no podía haberlo hecho peor sin ti. Recorro el pasillo antes de llegar a la sala, solo esta aluzado algunas partes por la luz que entra en las ventanas, no se escucha ningún ruidito, yo solo trato de que mis pies casi floten para no hacer ruido, lo único que se escucha es mi respiración agitada por la adrenalina, me siento tan nerviosa, esto nunca había pasado, quiero pensar que fue Diego el que entró, se fue a dormir y se le paso cerrar bien la puerta.

Llego al final del pasillo, echo una revisión rápida a toda la casa, sin encender el foco, no quiero espantar al delincuente si enciendo la luz. No encuentro nada, todo está normal, me regreso de nuevo a la sala cuando alguien habla.

-¿Por qué no solo enciendes la luz?

Apenas alcanza a terminar la frase cuando mi dedo va hacía el gas pimienta y presiona rociando al sujeto, se queja, es ahí cuando reconozco la voz, mierda. Corro al encendedor, enciendo la luz, veo a Max junto a la barra quejándose y tallando sus ojos desesperado.

-¡Ah! – grita - ¡Arde¡ ¿Qué rayos era eso Rosalie?

Oh por Dios, si hubiera sabido que era él...pensándolo bien, tal vez fue el karma el que me obligo a hacerlo.

-¡Perdona! Lo siento de veras, ¡No sabía que eras tú! – me disculpo – No te talles solo te ardera más.

Por un momento deja de moverse en su lugar y de tallarse, aunque aprieta muy fuerte los ojos, salen lágrimas de ellos, me siento tan culpable.

-Espero no quedar ciego – su voz suena como si estuviera haciendo una fuerza tremenda para soportar el ardor, ya me siento mal.

-Pfff claro que no, aquí dice que... - leo en la parte de atrás del frasco

Advertencia: Este producto puede causar ceguera o irritación ocular, no se utilice para juegos ni esté al alcance de los niños.

Chin.

-¿Qué dice? – pregunta inquieto, está rojo.

-Dice que... solo te irritara los ojos, también dice: nunca entrar a casas ajenas sin avisar, traerán consecuencias, ah y también dice que nunca debes de traicionar, engañar o mentir.

-Para eso vine, para hablar contigo, aclarar las cosas.

Es difícil hablar o tomar en serio las cosas cuando la otra persona está apretando los ojos como si le repugnara lo que ve, yo sé que no es por eso, debo alejar todas esas ideas de mi mente, ahora. Todo lo que la situación trajo hizo que olvidara la verdadera situación.

-Entonces habla.

-Lo que viste, no estuvo bien y quiero que sepas que yo no fui el que la besó, fue ella, trate de quitarla, pero se aferró como un mono araña.

Insuficiente I (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora