Posguerra

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Atención a todas las unidades, atención a todas las unidades. Este capítulo contiene escenas se sexo explícito más adelante. Si no quiere leerla, sáltesela, es súper obvio cuando comienza todo jeje.

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Día cuatro

Mi cabeza duele horrores, mi cuerpo en general también. ¿Qué había pasado?

Mi mente divaga una y otra vez, buscando recuerdos, buscando una respuesta sobre qué me sucedió antes de caer dormido. Pero no logro recordar nada.

Con mis fosas nasales siendo inundadas por un fuerte olor a medicamentos y desinfección, logro abrir los ojos. Estoy en una camilla.

Logro sentarme y todo el mundo se me viene encima, literalmente... o al menos la gravedad logra que vuelva a caer recostado sobre el colchón y la almohada. Es ahí cuando noto que una mano sujeta una de las mías y, al voltear mi rostro, veo a un durmiente Magnus; duerme en una silla junto a mí, pero su cabeza se encuentra recostada en la camilla.

–Veo que despertaste –susurra una voz que viene desde la puerta de lo que, me doy cuenta, es una de las habitaciones de la enfermería del internado.

–¿Jace? –pregunto también en susurros, cosa de no despertar a Magnus. Se ve agotado.

–¿Cómo te sientes? –entra cerrando la puerta silenciosamente y se queda de pie junto a mí, del lado contrario que Magnus.

–Confundido –confieso–. ¿Qué pasó?

–Que Morgenstern te estrelló contra el suelo, eso pasó –ríe suavemente–. Pero me sorprendiste. No –se corrige–, nos sorprendiste a todos. Nadie te creía capaz de enfrentar al idiota de Sebastian Morgenstern.

Unos borrosos recuerdos vienen a mí.

–Pero la pelea –digo–, ¿qué pasó? ¿Cómo terminó? ¿Ganó Magnus o Sebastian? Y ¿qué hora es que no están en clases? –pregunto prácticamente sin respirar, refiriéndome a Jace y Magnus con lo último.

Magnus realmente me preocupa. Está junto a mí, vivo y no grave. No obstante, tiene un par de puntos en una de sus cejas y su labio sigue herido, aunque sin sangrar.

–¡Jace, responde! –exijo intentando no alzar la voz.

–Vaya, qué curioso andas hoy –comenta divertido. Maldito idiota, ¿no ve que esto es serio para mí?–. Lamento decirte que lo único que puedo contarte es que... –y comienza a enumerar con sus dedos–: Uno, pasó que peleamos con Morgenstern, cosa que presenciaste, tonto. Dos, la pelea terminó prácticamente en el momento en que te tomé en brazos cual princesa para traerte aquí. Tres, yo diría que ganó Magnus, si consideramos que luego de verte inconsciente se enfureció de manera colosal y mató a Morgenstern...

–¿Qué? –pregunto asustado.

Bieeeeeen, no lo mató –bufa con aburrimiento–. Pero sí que le pegó duro, tan fuerte que, de un solo golpe en la quijada, lo dejó knock out en el piso. De hecho, también está aquí, en otra de las habitaciones de la enfermería.

Respiro más tranquilo, esperando a que Jace continúe hablando.

–Ah, y la hora. Bueno, van a ser las seis de la tarde, así que si calculas llevas un buen rato dormido. Algo así como un poco menos de veinticuatro horas.

–Un día... –repito incrédulo.

–Como ves, no me salté ninguna clase. Magnus, por su parte, es una historia completamente diferente. Él no quiso dejarte en ningún momento. Casi tuvimos que golpearlo para que te soltara y la enfermera pudiera tratarte.

Diez Últimos Días | malec-jimon auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora