Kit Herondale

656 63 25
                                    


Día cinco, primera parte

Unas suaves y regordetas manos me mecen levemente, logrando despertarme. Abro lentamente mis ojos y me encuentro con un dormido Magnus junto a mí. Entonces, si él duerme, ¿quién me ha despertado?

Por la poca luz que entra por la ventana del cuarto, puedo sacar por conclusión que aún no amanece. Me volteo esperando lo peor, no sé, puede que el Coco o algún otro espectro del mal. Pero no, sin saber si es bueno o malo, me encuentro con el sorprendido rostro de la enfermera con quien hablé hace unas horas.

–Yo... Él... Nosotros... –balbuceo producto de mis nervios–. Le juro que esto no es lo que parece –me excuso estúpidamente.

–Tranquilo, chico –me sonríe divertida–. Uno de mis hijos también es homosexual y créeme que ya estoy acostumbrada a cosas como estas.

–¿En serio? –me sorprendo ya más tranquilo.

–Sí, inclusive va en este internado –asiente–. Javier Toledo. No sé si lo conoces.

¿Conocerlo? Pues claro que lo conozco. Javier es uno de los integrantes del grupo de Los Latinos. Es agradable y bastante amable. Con su cara de chico bueno y grandes ojos mieles puede pasar por un estudiante normal, pero si lo provocas, ve cavando tu tumba. Oh sí, es otro bravucón más en mi lista de conocidos... Y hablando de bravucones, ¡demonios! Ayer tenía que entregar mi súper video. Sólo espero que el profesor acepte mi "accidente" y me dé una nueva fecha para entregarlo.

–Sí, es un gran chico –comento.

No miento al decir eso. Por otro lado, no tenía idea de que Javier es gay. Es decir, ¿qué pasa con los bravucones de hoy en día? ¿Qué, acaso mañana me enteraré de que Sebastian también es gay?

–Bueno, a lo que venía –dice la enfermera–. A las siete con treinta te darán el alta para que puedas retomar tus clases. Tengo entendido que eres un excelente alumno.

Asiento feliz por no tener que pasar más tiempo aquí encerrado... aunque haya estado durmiendo la mayoría del tiempo.

–Y otra cosa, que no tenía planeada antes de entrar aquí –continúa divertida y juro ver dentro de esa mirada algo de picardía–. Ya son las seis con treinta y mi turno termina a las siete. Así que, si no quieres que la enfermera del siguiente turno muera de un ataque por encontrarlos así, te recomiendo despiertes a tu supuesto "no novio" y que ordenen el desastre que tienen.

–Discúlpenos –digo rojo como tomate–. Y, este... ¿Podría traer unas sábanas limpias? –me atrevo a preguntar y es que sé que por más que ordenemos, las sábanas manchadas nos seguirán delatando.

–No quiero ni imaginar por qué me pides eso –ríe–. Pero está bien, en seguida se las traigo.

Apenas sale del cuarto, suspiro. Me giro para ver otra vez a Magnus y lo que más me enternece es sentir sus fuertes brazos aferrados a mi cintura. Lo despierto con un suave beso en los labios y, tanto él como yo, nos sorprendemos de mi actuar, más sonreímos y nos volvemos a besar.

Lo que primero hacemos es vestirnos y pronto comenzamos a ordenar todo cuando la enfermera nos trae las sábanas limpias. Cuando son las siete y media, la enfermera del turno siguiente me da el alta. Es mucho más joven que la madre de Javier.

–Disculpa –le dice Magnus, cuando nos disponemos a salir de la enfermería.

La mirada que le da la chica no me agrada para nada.

–¿Sí? –pregunta esta, colocando un mechón de su rubio cabello tras su oreja.

–Por mera curiosidad, ¿Sebastian Morgenstern aún no ha sido dado de alta? –Magnus finge preocupación.

Diez Últimos Días | malec-jimon auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora