Día diez
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El sonido de unos golpeteos me alarma.
Despierto adolorido. Dormir sentado en el suelo no fue una de las mejores ideas, pero al menos así me evité tener que encarar a Simon ayer mismo, estando todo tan reciente. Sé que suena cobarde, pero también es cosa de sentido común y supervivencia; Simon está muy afectado -y es lo más lógico-, por lo que para nadie habría sido sorpresa si yo hubiese amanecido degollado en mi cama.
Nuevos golpeteos me alarman. Alguien quiere entrar al baño, por lo que mantengo las luces apagadas, esperando que la persona se vaya. Veo la hora en mi celular y apenas son las cuatro de la mañana. ¿Quién demonios viene a esa hora al baño de la escuela? Siempre creí que los conserjes limpiaban sólo durante el día.
Me quedo en silencio durante unos minutos, hasta que la persona del exterior parece irse. Camino lentamente hacia el interruptor de la luz, intentando no mirar los espejos de los lavabos.
En serio, nunca volveré a ver "Espejos Siniestros" y "El Aro" en una misma noche. El maratón que Simon y yo hicimos en nuestra pijamada aún me tiene con secuelas.
Una vez las luces están encendidas, me miro en el espejo.
Me veo horrible.
Mi cabello está despeinado y sucio por tanto ajetreo; uno de mis ojos está levemente inflamado –seguramente por alguno de los golpes que Jace me dio–; mi labio inferior tiene un horrible corte que sangró más de lo normal, porque ha dejado un contundente camino por mi barbilla... Y mis ojos. Dios santo. No hablo de los párpados –de los que dije ya que uno estaba inflamado–, hablo de mis ojos en sí: rojos, irritados de tanto llorar.
¿Por qué, en serio, por qué tengo que ser tan débil? Porque no, no basta con que sea un debilucho físicamente, también tengo que ser sensible de mente, ¿cierto? Alguien que llora por cualquier cosa, que se entristece hasta con las películas más infantiles...
Oh, ¡tienes que estar bromeando! ¡Ya estoy llorando otra vez! Y es que siento rabia, rabia porque no sé qué hacer para cambiar mi forma de ser, para no darle problemas a quienes me rodean, para no ser una carga.
¿Lo han sentido? ¿Saben lo que se siente no traer más que problemas y tener ese constante miedo de que tus seres queridos se aburran de ti?
Bien, de acuerdo, quizás estoy así porque soy un adolescente con las hormonas inestables que ha pasado por mucho este último tiempo.
Largo el agua del lavamanos y me mojo la cara. Limpio la sangre de mi labio y enjuago mi boca que está seca por haber dormido.
Debo salir de aquí. Tal vez ir al hotel donde se está quedando Jon no es tan mala idea.
Abro la puerta de los baños y salgo a la oscuridad de los pasillos. Más la luz se enciende de inmediato.
–Hasta que decidiste salir de tu escondite, ratita –siento una ronca y escalofriante voz a mis espaldas.
Vejiga, por lo que más quieras, resiste.
–Te estoy hablando –suelta más duro esta vez.
–Tú eres amigo de Sebastian –me quedo mirándolo con sorpresa.
Mentiría si digo que conozco a este chico. Sí, siempre está acompañando a Sebastian, es un bravucón más y todo eso, pero más allá de eso...
–Bradley –se me escapa su nombre.
–El mismo que viste y calza –sonríe escalofriantemente–. ¿Qué es esa cara? ¿Me tienes miedo?
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Diez Últimos Días | malec-jimon au
أدب المراهقينPor una tarea de psicología, Alec comienza la grabación de un video. ¿El tema? "Adolescentes dominantes, la verdad tras la máscara de un bravucón" Lo que no sabe, es que entrevistando a sus mejores amigos descubrirá sus crudas realidades. "No hay q...