Crime Scene

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Las luces estroboscópicas deslumbran a todos los presentes dentro de la discoteca repleta de gente bailando, bebiendo, fumando y gritando. Casi no hay como moverse, al menos no fuera del desesperante ritmo de cuerpos sudorosos pegándose unos a otros al son de la música.

Una pareja parece pelear, pero nadie conoce la razón de la discusión. Ella está molesta y, después de un intercambio de palabras, se marcha. Él la sigue, daría la impresión de estar arrepentido y dice a sus acompañantes que va a pedirle perdón. Sus amigos en común los conocen y el evento no parece inmutarlos, así que la diversión no para. A nadie parece interesarle si regresan o no. 

Unos zapatos brillantes dan un paso, dan dos pasos. Avanzan con calma justo detrás de ella, que camina con tacones de manera desequilibrada, provocando un particular ruido hasta el final del pasillo, donde son retirados de mala manera de sus cansados pies. El lujoso calzado varonil no se de tiene y continúa su acechanza tras los pies descalzos y torpes que llegan a la habitación privada que ella acaba de pagar. 

Se encuentran en un edificio ubicado en una zona exclusiva de Seúl. Tiene un lobby lujoso, con un restaurante cinco estrellas, una boutique, salas de karaoke insonorizadas y una discoteca subterránea. Los pisos superiores tienen oficinas y un hotel costoso en la parte superior, aunque también están disponibles un grupo de habitaciones apartadas que se pueden alquilar por horas.  Los clientes con el suficiente dinero puede utilizar todo lo disponible y lo que hicieran dentro, no era responsabilidad de los propietarios. Mientras el pago sea por adelantado, no hay preguntas. 

La chica tiene dificultades para abrir la puerta debido a su estado de embriaguez. No está lo suficientemente borracha para no saber lo que está a punto de hacer, pero sí lo suficiente para desequilibrarse al caminar y pelear con la tarjeta que sirve como llave. Si bien ella había pagado por la habitación, lo hizo por media hora, porque estaba enojada. Le haría pensar que está dispuesta, pero él tendría sólo treinta minutos de su tiempo. Después de la discusión y la reconciliación, él prometió pagar lo que fuera y comprarle lo que quisiera, pero enseguida aseguró no tener sus documentos para alquilar una habitación. Una mentira tan descarada. Si fuera cierto, no habría podido entrar a la discoteca. Le fastidia rebajarse así, pero sabe que es un hombre adinerado y tal vez ese pequeño esfuerzo será recompensado en el futuro. De todas formas, el tiempo se acabaría rápido y tendrían que marcharse antes de que se cumpliera la media hora. Si se quedaba con las ganas, regresaría. 

Su mente borracha le hace pensar que ser provocativa y sensual es la mejor estrategia, pero termina lanzándose torpemente sobre la cama con el único resultado de verse ridícula. El hombre entra a la habitación y la mira fijamente. La pobre víctima confunde atención con deseo. Es el más grande error de su parte. Cuando él se acerca, la primera pregunta que hace la toma por sorpresa y hace que se fastidie. ¿Papel y lápiz? ¿Para qué necesitaba eso en un momento así? Como no tenía nada más para escribir, usó su lápiz labia y una servilleta. Su acompañante dicta con voz firme: 14 de febrero de 2017. 

La muchacha está vestida mientras escribe, escucha un cierre y se da cuenta que él le da la vuelta a su casaca reversible, lleva puesto unos guantes negros. Algo se acerca a su rostro y sus ojos empiezan a pesar, no tiene fuerza para hablar, menos para poner resistencia. Cuando empieza a perder el conocimiento, acomoda a la víctima sobre la cama y guarda el pañuelo empapado en cloroformo. El efecto no es muy duradero, así que debe actuar rápido. Con todo listo, inyecta la cantidad suficiente de droga para provocar una sobredosis letal, antes de que pudiera despertarse por completo de su aturdimiento. La idea es que estuviera lo suficientemente consciente para saber que está muriendo, pero no para pedir auxilio. 

La habitación estaba en el segundo piso alto del gran edificio. El hombre se asegura de que todas las evidencias y las huellas digitales sean exclusivamente de la chica. Todo estaba planeado con anterioridad. Sabía que las cámaras de seguridad colocadas en el edificio son de ínfima calidad, para ahorrarle billetes y problemas a los dueños. Conocía la ventaja de que con una mascarilla negra sobre el rostro, sería imposible distinguir sus facciones. La seguridad en ese piso estaba diseñada para proteger a clientes ricos y poderosos que quisieran pasarla bien de incógnito en habitaciones de lujo por horas. 

Después de terminar, el hombre avanza por los estrechos pasillos, caminando rápido pero encorvado y cubierto, cazando los puntos ciegos de las CCTV que graban con un movimiento barrido, conveniente porque no apuntan jamás en un mismo lugar. De esa forma, puede deshacerse de algunas evidencias sin quedar grabado en video. Es muy cuidadoso para no ser atrapado. Se había dado el trabajo de estudiar concienzudamente el sistema de vigilancia por meses antes de llevar a cabo su crimen.  

Tiene los minutos contados. La mascarilla se la guarda en un bolsillo interno. Las gafas de sol las rompe y las tira en diferentes basureros. Entra al baño, se saca la gorra, le da la vuelta a la casaca reversible, acomoda su cabello, espera exactamente diez segundos y sale del sanitario con paso seguro y mostrando su rostro sin miedo en las cámaras del ascensor que está conectado a otros servicios del edificio. Si alguien llegara a revisar los videos de vigilancia, en cuestión de dos minutos entra un hombre y sale otro. Regresa a la fiesta y deja la gorra que había escondido en su casaca en una de las sillas, nadie sabe que es suya porque nunca la usó frente a otras personas y ese era una fiesta llena de gente ebria que olvida con facilidad sus pertenencias. 

Se mezcla entre la gente, pregunta a sus conocidos por la muchacha a la que ha estado buscando, la describe como la chica del "vestido blanco ajustado" con la que tuvo una pequeña discusión. Uno de sus amigos le dice que estaba con otro hombre. Él cuenta que ella se escapó durante la discusión y que teme que se haya ido a casa sola. Preguntó por ella por unos minutos más y empezó su salida. Pero, en medio de su escape, una alarma empieza a a sonar. La música se detiene y se escucha un anuncio en el altavoz. Apura su paso, pero necesita avanzar entre una multitud alocada para llegar al pasillo, que resulta casi imposible. Es demasiado tarde. Nadie puede salir del edificio, la policía está en camino y se van a bloquear todas las puertas por guardias. Todas las personas dentro están atrapadas. 

La situación es insoportable. Tomó todos los cuidados para caer por algo tan absurdo como la visita sorpresa de las autoridades. Necesitaba encontrar la forma de irse antes de que descubrieran algo más grande y preocupante que venta de drogas o prostitución de lujo, algo que seguro hacían en ese edificio. Lo que no sabe, es que no es un simulacro. La media hora de la habitación había pasado ya y una encargada de la limpieza entró a la habitación poco después que él, mientras se cambiaba y se deshacía de las evidencias en el camino. Descubrió horrorizada el cuerpo inconsciente de la muchacha. Sin preguntas, llamó a la policía que ordenó de inmediato que se cerrara todo el perímetro para que nadie pudiera entrar o salir. 

Las luces de las patrullas iluminan los primeros pisos y las personas que están en la discoteca subterránea sólo pueden escuchar las sirenas. Mucha de la gente está aterrada por las consecuencias de las cosas poco legales que se cometían en varios pisos del lugar. Lo que no se sabe es que las autoridades tienen una prioridad: encontrar la causa de muerte, ya que los paramédicos habían confirmado el deceso. 

No lo sabe, pero está atrapado.


Crime Scene (Kaisoo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora