Todavía me acuerdo del día en que llegaste. Era un martes.
A esa hora teníamos clase de arte.
Y en vez de dibujar amaneceres, te miré a ti.
Un día, te sentaste junto a mí y en ese momento pude saborear el paraíso (si es que eso tiene sentido).
Unos cuantos meses después, me dí cuenta de que no significaba nada para ti y no sé como lo hize pero aprendí a odiarte.
Y ahora lo sé.
Empecé a odiarte porque cuando los demás me llamaban me hacía la sorda, pero cuando eras tú el que lo hacía respondía al instante.
Porque cuando me hablabas para pedirme cualquier tontería, me ponía nerviosa.
Porque te enamoraste de otra y no pude hacer nada.
Porque siempre sentía la necesidad de mirarte sin que te dieras cuenta.
Y porque, aunque siempre lo negaba, estaba enamorada de ti.
A.
