4. Queen Bee y el UMS-3

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Mucho se decía sobre Chloé Bourgeois, y lo único que era certero era que todo era totalmente contradictorio. O la amabas o la odiabas, no había un punto intermedio y, de haberlo, probablemente el único que se encontraría allí sería Adrien. Su grupo personal de haters eran sus compañeros del instituto, pero era porque ellos veían una cara de la moneda. La cara que Chloé presentaba en el UMS-3 era otra.

Cuando el UMS-3 comenzó a ponerse de moda mucha gente la comenzó a señalar con un dedo porque ella, la hija del alcalde, la persona que era adicta a seguir tendencias, la persona que daba la cara por el público joven, aún no participaba en la plataforma. Chloé dijo que lo haría y, durante un tiempo, la tacharon de mentirosa porque duró varias semanas sin dar señales de cuál era su usuario. Cuando las personas comenzaron a criticarla lo más que pudieron y su padre tuvo que intervenir, diciéndole que hiciera público su estúpido usuario, Chloé complació a todos. ¿Su usuario? Queen Bee, una de las mejores jugadores de la plataforma.

Su padre no hizo muchas preguntas a diferencia de la prensa. ¿Por qué lo había mantenido escondido si era tan genial? No quería que pensaran que yo fuera tan fabulosa, dijo ella, como si fuera alguien totalmente inalcanzable. Mentía. Aquellas eran palabras que los consejeros de su padre le hacían decir para dar una mejor imagen. Chloé adoraba la atención, anhelaba tener a alguien que valorara todo lo que hiciera, la cosa más mínima. Aquello era totalmente ridículo.

Le impusieron tareas en la plataforma, como ayudar a los clanes de los hijos de funcionarios o de los mismísimos funcionarios, en el UMS-3. Parte de su día se iba ayudando a esos perdedores a pasar a algún nivel, buscando algún ítem o peleando con algún jefe. Chloé se mostraba encantadora y reservada con ellos y, para qué mentir, hasta con algunos de sus compañeros del instituto. No lo hacía para no manchar su reputación en la plataforma, sino porque no tenía ni la más mínima idea de quién era quién y tampoco le importaba. Eso generaba más odio de parte de sus compañeros, pues sólo los que tomaban clases con ella podían sentir la impotencia de que todos se tragaran el cuento de que Chloé era un ángel.

Sabrina Raincomprix era la única que siempre se mantenía a su lado y nadie sabía a ciencia cierta por qué. Muchos decían que, al igual que Chloé, tenía que mantener cierta imagen, pues era la hija del jefe de policía; pero lo de Sabrina radicaba en lo ridículo y humillante. Chloé, más que tratarla como a una amiga, la trataba como una asistente... o una esclava. Daba pena ver a la pobre chica detrás de la abeja reina y, en algunos casos, hasta un poco de asco. ¿Pero qué podían hacer ellos? Ella era Chloé Bourgeois, la hija del alcalde, la princesa de París. Nadie en su sano juicio la desafiaría.

Ah, excepto la pequeña e insignificante Dupain-Cheng. Sacaba a Chloé de sus casillas porque, de todos los inadaptados de su escuela, ella era la única que se atrevía a dedicarle unas indecorosas palabras. Nunca era lo suficiente para ella tomar represalias fuertes, pero eso no significaba que su desagrado hacia la chica disminuyera. A diferencia de Chloé, todos adoraban a Marinette, tanto en la plataforma como en el instituto. Marinette era un insufrible rayo de sol y por eso Chloé lo detestaba, porque ella sabía bien que la franco-china también debía tener un lado podrido, algo que escondía de los demás. En cambio todos criticaban a Chloé por no esconder lo que era, algo que todos veían mal y ella no entendía, ni quería entender.

Tenía que confesar que parte de ella no quería que Adrien, su amigo de infancia, fuese a estudiar al mismo instituto que ella. Sabía que era cuestión de tiempo para que sus compañeros tornaran a Adrien contra ella, algo que ella no sabía cómo iba a impedir.

Estaba malhumorada. A primera instancia, su mayordomo —vé tú a saber su nombre— preparó mal su café y propuso pizza para la fiesta que ella tenía que organizar con los hijos de los altos rangos militares de la ciudad —¿cómo se le ocurría? tenía demasiados carbohidratos—. Había tráfico, aunque pudo llegar a tiempo a clase. Su llavero de la suerte, un hermoso pompón amarillo, se había quedado enganchado de alguna forma con el cinturón de seguridad de la limusina y se rompió cuando ella salió con prisa. Ni siquiera se devolvió por él, ya haría que lo repararan luego.

Interconectados [#1] │Miraculous LadybugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora