15. El primer amor de Marinette

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El corazón le dio un vuelco cuando la vio ese día. Estaba despeinada, una coleta más arriba que la otra, y su cara ruborizada, probablemente por el calor. Se mordía las uñas y, aunque muchas personas tal vez la descartarían por ser algo desagradable, Adrien no paraba de preguntarse qué estaba molestando tanto a Marinette. Ella miraba con interés los ejercicios de álgebra para luego dejar que su mirada se perdiera. ¿En qué pensaba? ¿Qué le atormentaba? Él tampoco había podido dormir bien pensando en el enfrentamiento del día anterior, pensando la misma pregunta una y otra vez; pero todo su cansancio parecía haberse quedado en el olvido desde que clavó su vista en ella.

Marinette seguía atormentándose por el enfrentamiento del día anterior también. Sin embargo, su mente también vagaba en otras cosas. En Chat Noir, por ejemplo. No paraba de pensar en si lo conocía, si realmente sabía quién era, en qué tal si pudieran hablar fuera de la plataforma, largo y tendido, y acercar su mano y... Entonces era cuando trataba de enfocarse en la clase de álgebra, pero era solo cuestión de tiempo para que volviera a pensar en el enfrentamiento, y de nuevo en Chat Noir. Era un círculo vicioso del cual no podía salir.

Durante todo el día Adrien la notó ausente y no la vio al salir a almorzar. Así que a la hora de salida, cuando la encontró sentada en los escalones de la entrada revolviendo su mochila, lo vio como una oportunidad.

―¿Estás bien? ―le preguntó él sin rodeos.

Marinette alzó la mirada para encontrarse a Adrien inclinado hacia ella. Se dio cuenta de que si fuera otra persona tal vez se hubiera sobresaltado, pero había algo en Adrien que la hacía sentir calmada. Por primera vez en todo el día pudo enfocarse en algo que no fuera su círculo vicioso: él, y eso la hizo estremecerse.

―Yo... ―comenzó a decir ella, pero no fue capaz de contarle nada. Es decir, no podía decirle que era Ladybug. La idea a veces correteaba en su mente. Él era el único que no jugaba en el USM-3 y le hacía sentir que estaría bien decirle, pero al mismo tiempo pensaba que eso no le impedía vender la información. ¿Acaso él sería capaz de algo así? No lo sabía ni quería descubrirlo.

Él se sentó a su lado, expectante.

―No ―confesó ella―, no realmente.

―Mmmm... ―él se veía pensativo―. ¿Quieres hablar de ello?

―Creo que no.

―¿Hay algo que pueda hacer al respecto?

―¿Eh?

―Ummm, ¿algo para hacerte sentir mejor?

Ella lo pensó. ―No lo sé.

―Bien.

Duraron unos instantes en silencio en los que Marinette siguió buscando entre su mochila y él sólo se quedó junto a ella, hasta que Adrien volvió a hablar.

―¿Te apetece un helado?

―¿Eh?

―Un helado ―dijo él, como si fuera lo más obvio del mundo.

―¿Por qué un helado? ―dijo ella, arrepintiéndose. Era una pregunta estúpida.

―Probablemente no pueda hacer algo para que te sientas mejor ―confesó él―, pero tal vez ir a comer un helado ayude a que te distraigas un poco.

―Yo...

Marinette se lo pensó. No porque fuera él, sino por lo que debía hacer. Tenía un montón de tarea y también debía conectarse y buscar más información sobre los falsos akumas. Salir en ese momento no parecía ser la mejor...

¡Di que sí, Marinette! , dijo Tikki a través del auricular, te mereces un descanso.

Ella no podía argumentar contra Tikki en ese momento, Adrien la iba a escuchar. Tampoco pensó en una excusa convincente y, honestamente, tal vez Tikki estuviera en lo cierto. Un descanso estaría bien.

Interconectados [#1] │Miraculous LadybugDonde viven las historias. Descúbrelo ahora