Resurreción

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-Debimos haberlo ayudado- me reprochó.

-No soy la de los portales mágicos- le espeté.

- ¡Pero tú se supone que seas el mago mas fuerte! Así que si alguien tiene la culpa de que todavía no haya salido del agua eres tú- me señaló.

-Me enteré hace poco y ni siquiera tengo dominio sobre mi cuerpo. Para que te enteres- le arrebaté la mochila de las manos-. Tampoco tengo idea de cómo revivir al menso, ¿y tú?

Ella solo se limitó a verme y negar con la cabeza.

Perfecto.

Abrí la mochila y encontré algunos huesos y su cráneo. Los puse sobre el hielo y me senté en frente de estos.

-Ahora qué- susurré.

Soplé mis manos y las junte para hacer fricción. El frío tampoco me ayudaba a pensar. Voltee a ver el hueco donde habían caído los osos y volví a mirar los huesos. Suspiré frustrada y me pasé las manos por la cara. Junté las manos en forma de oración mientras las mantenía pegadas en el mentón. Escuché agua y voltee, vi al oso polar nuevamente. Me quedé observando aquel oso varios segundos, él venía caminando hacia nosotras. Miré nuevamente los huesos y volví a ver el polvo dorado que vi antes con Jake. Estaba en mis brazos, los estiré y pude ver con claridad el polvo dorado en las venas de mi antebrazo. Una idea realmente estúpida cruzó mi mente y recordé que había puesto una navaja en mis botas antes de irme a Paris con Deline. Saqué la navaja y deshice mi transformación o lo poco que quedaba de mi transformación.

-Atenea, ¿qué haces? - preguntó aterrada y temblorosa.

-Algo realmente estúpido- respondí. Corté mi antebrazo en forma vertical. Solté varios quejidos de dolor. El polvo dorado rodeaba los huesos y yo solo pensé en bañarlos en mi sangre. Tenía la piel de gallina. Temblaba a medida que derramaba la sangre. Sentía mis labios secos, me dolía todo el cuerpo y eso no me agradaba en ningún sentido. Pronto una chispa comenzó a nacer de mi sangre y los huesos comenzaron a quemarse. Me alejé de éste con Deline. El fuego se hizo más intenso y pudimos ver la silueta de alguien a través del fuego que se tornó verde. Un chico salió de las llamas y supimos que funcionó.

Deline y yo gritamos como idiotas y brincamos en el mismo lugar porque había funcionado.

- ¡Al fin! – grité con las manos al aire. Sonreí y se me partió el labio inferior. Me llevé los dedos a los labios y los presioné. Me di la vuelta y vi al oso polar justo en frente de mí. Saque mis dedos de mis labios y toqué el hocico del oso. De un momento a otro lo acariciaba.

-Gracias- le susurré.

Estaba tan cansada y adolorida que podía tirarme en el hielo y quedarme ahí. Voltee a ver al chico que comenzaba a tiritar. No traía nada puesto a lo que comencé a mirar el cielo.

- ¡Hola! - saludé-. Estoy casi segura de que sabes quién soy- dije un tanto incomoda por la situación-. También estoy casi segura de que mi hermana no trajo ropa para ti, -le dirigí una mirada a Deline y ella solo alzó los hombros- pero tengo otra solución para el problema. Transfórmate en dragón- ordené.

Vi cómo el chico empezó a transformarse y a quejarse del crujido de sus huesos. Siempre duele la primera vez. A diferencia de los mestizos a los pecados nos duelen las transformaciones. Digamos que nosotros rompemos nuestros huesos mientras que ellos con un poco de brillo y unos destellos pues ya son animales. Cabe mencionar que no arruinan su ropa. Ellos realmente usan magia. Por eso somos fenómenos, es como si no usáramos magia realmente

En lo que se transformaba vimos un gigante hecho de ramas salir de la montaña en la que habíamos estado hace rato. Se dirigía hacia nosotros. Había una gran distancia entre nosotros y no me preocupé tanto.

Los Siete Pecados CapitalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora